Después de nuestro paso por Colonia Caroya, el recorrido “Descubrí tu Norte” continua y la Estancia Santa Catalina es nuestra siguiente parada. Para llegar cruzamos Jesús María y tomamos la ruta E66 hacia Ascochinga y a aproximadamente 7 kilómetros encontramos el desvío a la derecha para recorrer unos 13 kilómetros por camino de tierra en buen estado.
Volver al pasado
Recorrer Santa Catalina es un viaje en el tiempo y Marcelo, nuestro guía, nos llena de datos e historias sobre este lugar. Fundada en 1622, con 167.500 hectáreas y 25.000 cabezas de mulas, fue la estancia más grande de la orden jesuítica.
La iglesia, que se empezó a construir inmediatamente y se terminó alrededor de 1750, es de estilo barroco colonial y su imponente fachada, con dos torres y campanario, podía verse desde muy lejos. En su interior, de una sola nave en cruz y con cúpula circular, se destacan el gran retablo del altar mayor tallado en madera, el cuadro de de la santa patrona y el Cristo articulado. También se encuentra la entrada al túnel de 15 kilómetros que comunicaba con la estancia de Jesús María.
La superficie edificada incluye la residencia principal con tres patios: en el “Patio de los esclavos” o de servicio, trabajaban los nativos y africanos; en el “Patio Principal”, los padres realizaban sus tareas diarias y en el “Patio de Las Higueras”, que también tiene un castaño, un ceibo y una araucaria enorme, estaban los talleres de herrería y carpintería. En la planta alta del edificio funcionó una sala de hospital para los enfermos de tuberculosis.
Separados del cuerpo principal de la estancia se encuentran la ranchería, en donde vivían los esclavos, el noviciado y el tajamar, utilizado para almacenar el agua trasportada por conductos subterráneos desde varios kilómetros de distancia.
Expulsión y remate
Los jesuitas fueron expulsados en 1767, y en 1774, la estancia fue comprada en remate público por Francisco Antonio Díaz, y al fallecer este, quedó en poder de su sobrino José Javier Díaz, el primer alcalde de la ciudad de Córdoba. Hoy la propiedad sigue perteneciendo a la familia, unos 160 dueños, que la utilizan por turnos durante sus vacaciones.
Desde el 2000, junto con la Manzana y las otras Estancias Jesuíticas de Córdoba, forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Abierto al público
Si bien la estancia es una propiedad privada, puede visitarse de martes a domingos, de 10 a 13 horas y de 15 a 18 horas.
En lo que antiguamente fue La Ranchería, hoy funciona una posada y un restaurante, del que podemos dar fe, la atención, las empanadas y la humita, son excelentes. Siempre con reserva anticipada.
El próximo destino de nuestro viaje es Villa del Totoral, pero antes recorremos los caminos internos de la zona para atravesar los pintorescos parajes de Cañada del Río Pinto y Sarmiento.