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Mario Rodriguez

A dos horas de Tokio, tenía que ser en Japón, en Chichibu, existe un museo llamado Chinsekikan, que significa salón de rocas curiosas. Allí se exhiben unas 1700 piedras de las cuales, 900 tienen la particularidad de parecerse a rostros humanos. Coleccionar estas rocas, erosionadas naturalmente, eran el hobby de Shozo Hayama, quien las recolectó hasta sus 90 años e inició el museo. Luego de fallecer en 2010, el pasatiempo y la galeria continua con su hija Yoshiko Hayama, quien también suma a la colección las piedras que encuentra en un río cercano y recibe, además, las que le envían personas de todo el mundo. Hoy, el curioso museo es visitado por una gran cantidad de visitantes internacionales.

Según Hayama, para que una roca se clasifique como “jinmenseki”, término nipón para referirse a la “roca con cara humana”, debe tener ojos y boca y, si también tiene una nariz, mucho mejor, claro está que otra condición es que no hayan sido alteradas artificialmente. Las piedras, por sus características faciales y un poco de imaginación, se parecen a celebridades, figuras religiosas o personajes de película.

Hay una explicación científica de por qué tenemos una tendencia a ver caras, animales o imágenes que nos resulten familiares en cosas que no lo son: se llama pareidolia. ¿Quién no vio en las nubes, en las piedras o en una mancha en la pared, un rostro humano? Se trata del esfuerzo del cerebro por clasificar la información que recibe a través de los sentidos y tiende a encontrar formas conocidas incluso donde no las hay. Hace miles de años, para nuestros ancestros, reconocer con rapidez el rostro de un animal salvaje podía ser la diferencia entre la vida y la muerte. Por eso, basta con unos pocos datos, líneas, puntos, luces o sombras, incluso algún sonido, combinado de alguna manera, para que el cerebro lo traduzca como algo conocido. Para los especialistas se trata de un rasgo evolutivo.

Fotos: www.another-tokyo.com

Fuente: www.periodismo.com

Trekking por El Chaltén, Santa Cruz, Argentina

Los espacios abiertos y lugares poco poblados, facilitarán el distanciamiento social y harán, en la nueva normalidad, del senderismo una actividad muy recomendada. Mientras nos quedamos en casa, te mostramos solo cinco de las tantas opciones que ofrece nuestro país.

Trekking a Laguna Torre. El Chaltén. Santa Cruz

Distancia: 19 kilómetros (ida y vuelta).

Tiempo: 7 a 8 horas.

Dificultad: baja.

Desde El Chaltén, se recorre el valle del río Fitz Roy y el curso de este río hasta su naciente. A pocos minutos, el primer mirador ofrece una vista panorámica del Cerro Solo, el cordón Adela, el Cerro Torre y el Monte Fitz Roy, además de la cascada Margarita del otro lado del río.

A mitad de la caminata, un segundo mirador natural ofrece panorámicas del cordón Adela, el Cerro Torre y las agujas que lo rodean. Luego, el camino atraviesa el campamento base DeAgostini y sube hacia la cresta de la morena frontal. Desde allí es posible bajar hasta la laguna que en su orilla suele tener témpanos que se desprenden del glaciar grande, otra opción es continuar por la misma cresta otros 2 Kilómetros hasta el mirador Maestri.

(Foto: Leonard Zhukovsky/ 123RF).

Trekking en Cuesta del Obispo. Salta

Distancia: 17 kilómetros (ida y vuelta).

Tiempo: 4 a 6 horas.

Dificultad: media/ alta.

En el paraje de El Maray, ubicado a 75 km de Salta, en la Quebrada de Escoipe, entre cardones, algarrobos y un paisaje de rocas rojas se inicia el ascenso. Los senderos que recorren parte del Parque Nacional Los Cardones e incluyen cuevas naturales entre las enormes rocas y pinturas rupestres, de a poco llevan a la cima del Cerro Torreón a más de 3100 metros. Desde ese imponente mirador natural se aprecia la Cuesta del Obispo y las montañas que rodean el lugar, siempre con la presencia de los cóndores que desde le cielo acompañan durante todo el recorrido. Recomendado para personas con buen estado físico y destreza para caminar por los senderos pedregosos de montaña.

(Foto: Anibal Trejo/ 123RF).

Trekking al cerro Ventana. Buenos Aires

Distancia: 19 kilómetros (ida y vuelta).

Tiempo: 5 a 6 horas.

Dificultad: media/ alta.

La entrada del Parque Provincial Ernesto Tornquist marca el comienzo de este recorrido que debe hacerse con el acompañamiento de guías habilitados. Luego de un pequeño bosque de pinos comienza el ascenso con alguna dificultad hasta llegar a una planicie que, además de ofrecer un respiro, permite observar algunos animales como zorros, guanacos y, con algo de suerte, algún puma. Sigue una subida lenta y luego, la parte más difícil, una esforzada trepada hasta una de las cumbres del cerro desde donde se pueden observarse el cerro Tres Picos, el más alto de la provincia de Buenos Aires, y varios arroyos. Un esfuerzo final, por el filo y cuesta arriba se llega al Hueco de la Ventana, a 1134 metros sobre el nivel del mar. Desde esta insólita creación natural, que le da el nombre al sistema serrano, se aprecia un imponente panorama.

(Foto: Leandro Kibisz/ Flickr).

Trekking a la cara sur del volcán Lanín. Neuquén

Distancia: 12 kilómetros (ida y vuelta).

Tiempo: 6 a 7 horas.

Dificultad: media/ alta.

En el Puerto Canoa a orillas del lago Huechulafquen, en el Parque Nacional Lanín, comienza la caminata por una pampa con vegetación baja, luego se cruza un puente para ingresar a un bosque de coihues y ñires y varias vertientes, mientras el arroyo Ruca Leufú, que corre encajonado, se hace escuchar. Comienza el ascenso, bordeando el arroyo, por un suelo más pedregoso y con la presencia de primeras araucarias o pehuenes. Sobre los 2000 metros sobre el nivel del mar se atraviesa un pequeño bosque de lengas hacia las praderas de altura que dejan ver claramente la ladera del volcán. Después de cruzar el último arroyo se llega al final de la senda en donde el paisaje se torna más árido y pedregoso y en donde se puede apreciar el glaciar que desciende de la cara sur del volcán Lanín, la cumbre más alta del parque y un símbolo de la provincia de Neuquén.

(Foto: John Marx/ 123RF).

Trekking al Cerro Uritorco. Córdoba

Distancia: 12 kilómetros (ida y vuelta)

Tiempo: 7 horas

Dificultad: media

El mítico Cerro Uritorco con 1.980 metros es el más alto de las Sierras Chicas en la provincia de Córdoba. Los fenómenos que se le atribuyen, sus historias y leyendas representan un atractivo turístico extra. A 3 kilómetros de Capilla del Monte se encuentra el acceso al cerro cuyo trayecto transcurre en ascenso por un sendero empinado e irregular, rodeado de vegetación autóctona como talas y quebrachos, y a medida que se gana altura, ofrece cinco postas de descanso: Del Caminante, a 1.137 msnm, Del Silencio a 1.216 msnm, Hondonada del Buey a 1.417 msnm, La Quebrada del Viento a 1.450 msnm y el 5° es El Valle de los Espíritus ubicado a 1.570 msnm y un refugio para 20 personas para aquellos turistas que deseen pernoctar en el Cerro. Desde su cumbre se puede observar una panorámica del Valle de Punilla y las Sierras Chicas,  a Capilla del Monte, el dique El Cajón y, cuando el clima lo permite, las Salinas Grandes de Córdoba.

(Foto: Randal Sheppard/ Flickr).

Hace muy mucho tiempo, cuando los hombres y mujeres todavía no existían, la tierra, recién nacida, estaba poblada por animales. Tampoco las estaciones dividían el tiempo y, en un mismo día podía caer una abundante lluvia de primavera, hacer un calor agobiante propio del verano, un soplar un fuerte viento otoñal y bajar la temperatura hasta hacer tiritar de frío como en el invierno. Esta situación no le gustaba a los habitantes del lugar y siempre se quejaban.

-Cuando el frío llega de golpe, no nos da tiempo a conseguir comida decía el Piche (armadillo o peludo). -Y nosotros no podemos nadar tranquilos en la laguna, cada tanto, el agua se congela, protestaban fastidiados los Cisnes de cuello negro.

-Si supiera que se viene el calor, a mi nido lo haría a la sombra, bajo los árboles y no al rayo del sol, agregó el Chingolo. -Y yo me iría cerca del agua para refrescarme, comentó molesto el Guanaco.

Entonces, Elal, el creador y protector de todas las criaturas, reunió a los animales para ordenar las estaciones y pensó que sería buena idea que los habitantes de la Patagonia se pusieran de acuerdo entre ellos sobre el asunto.

Estaban todos reunidos y los jefes de cada especie discutían mientras sus compañeros escuchaban a el Ñandú, la Mara, el Zorro, los Pájaros, el Cisne, el Flamenco, la Tortuga, el Piche, la Cucaracha, el Puma y el Guanaco, entre otros. Como no se ponían de acuerdo y la discusión iba para largo, Elal intervino:

(Foto: Mario Rodriguez).

-¿Quién quiere invierno corto y quién quiere invierno largo?

-El invierno debe durar doce meses, ni uno más ni uno menos, dijo el Ñandú.

-¿No te parece mucho tiempo Ñandú, algunos animales podrían morir de hambre? Le preguntó Elal.

-Al que no le guste el invierno, que se vaya una temporada al norte, dijo el Ñandú con pocas ganas de ceder su posición.

Como el Ñandú cuando se enojaba era capaz de dar unos picotazos terribles, nadie lo contradijo y todos permanecieron en silencio. Sabiendo esto, Elal intervino nuevamente:

-Escuchen con atención, voy a dejarlos un rato para que lo discutan y, tomada la decisión, después no habrá cambios.

La liebre Mara, que había permanecido sentada y muy callada, como nadie decía nada, intervino gritando:

-Es mucho, las plantas no van a crecer ¿Qué vamos a comer? Nos moriremos de hambre, el invierno debe durar tres meses.

-El Ñandú, levantó una ceja convencido y dijo: -Doce meses.

-Imposible, es mucho tiempo y no vamos a encontrar comida, que dure tres meses, comenzó a gritar la Mara.

El resto de los animales no participaban y la discusión se centró en la Mara y el Ñandú. Que doce meses, que tres. Que doce, que tres. Y a medida que la liebre porfiaba, el emplumado se sentía desafiado y revolvía los ojos y pataleaba.

-¿Para qué quiere tres lunas usted? Preguntó a punto de perder la paciencia.

-Yo quiero tres porque con doce meses sé que no voy a comer nada.

Los otros animales también pensaban lo mismo, pero por miedo a Ñandú, se resignaban a un invierno eterno y a sufrir penurias y hambre.

La Mara, al ver que los demás no decían nada y que el ave no daría el ala a torcer, salió corriendo en busca de Elal. El Ñandú salió detrás de ella, tratando de darle pisotones y picotazos.

Elal al ver venir a los corredores, subiendo la voz, les preguntó:

-¿Cuántos meses de invierno quieren al final?

-Tres meses, gritó adelantándose la Mara, burlando al Ñandú, más preocupado en asestarle un picotazo.

-Así será, dijo Elal.

Al darse cuenta, el emplumado enfurecido, siguió la persecución de la liebre y cuando la Mara estaba por entrar a su cueva, el Ñandú en una última zancada alcanzó a pisar la cola de la liebre, esta tiró y tiró hasta que la cola se le cortó, pero logró guarecerse en su cueva asustada pero con los tres meses ganados.

Así, gracias al valor de la Mara, que perdió su cola, hoy tenemos tres meses de invierno.

Fuente: elal-patagonia.blogspot.com

En Tianducheng, en los suburbios de Hangzhou en la Provincia de Zhejiang, China, se alza una mini réplica de la famosa ciudad de las luces.

En muchos países se han hecho réplicas de monumentos e íconos arquitectónicos famosos, así podemos encontrar un Partenón en Estados Unidos, una Fontana di Trevi en Corea del Sur y una Estatua de la Libertad en Japón, pero, en China fueron más allá, el “copy paste” a gran escala fue de una ciudad entera, y nada menos que de París.

Tianducheng, un barrio de Hangzhou, la populosa capital de la provincia china de Zhejiang, fue el lugar elegido para levantar una mini réplica de la ciudad de las luces. La urbanización inaugurada en 2007 formó parte del megaproyecto urbanístico que planea construir nueve pequeñas ciudades alrededor de grandes centros urbanos para descongestionar la aglomeración de los casi 1400 millones de habitantes del gigante asiático.    

(Foto: Zhao Jiankang/ 123RF).

Como no hay París sin Torre Eiffel, la reproducción china del ícono parisino alcanza los 107 metros, un tercio de la original, pero suma para las selfies. Además, los amantes de la capital francesa no extrañarán el Arco del Triunfo, las fuentes, los jardines, los bulevares, los históricos edificios haussman e incluso los cafecitos que dan a la calle.

Lo cierto es que hoy, en esta ciudadcopia, desarrollada para albergar a diez mil habitantes, solo viven un puñado de residentes y, la lluvia de turistas de todo el mundo que se auguraba, todavía no han llegado.

Fuente: www.infobae.com

Limay y Neuquén eran los hijos de dos importantes caciques mapuches que tenían sus tolderías, uno al norte y otro al sur de lo que hoy es territorio de la provincia de Neuquén. Eran amigos inseparables y siempre cazaban juntos.

Justamente cuando participaban de una cacería, oyeron el canto de una dulce voz, el sonido venía de un bosque de arrayanes cercano y hacia allá fueron y descubrieron a orillas de un lago a una hermosa joven de largas trenzas y grandes ojos negros, llamada Raihué (capullo en flor), que instantáneamente enamoró a los jóvenes. En el camino de regreso, Limay y Neuquén, sintieron que los celos rompían su antigua amistad y con el correr de las lunas el distanciamiento, entre los jóvenes que eran como hermanos, se hizo evidente. Preocupados por esta situación, sus padres consultaron a una machi (adivina), quien les explicó la causa de la enemistad de sus hijos. Entonces decidieron someter a los muchachos a una prueba, estos deberían viajar hasta el mar y el primero que regrese con un caracol para que Raihué pueda escuchar por primera vez el sonido del mar, tendría su amor como premio.

(Foto: Mario Rodriguez).

Para semejante misión, consultaron a los dioses y estos convirtieron a los jóvenes en ríos para facilitarles el largo camino hacia el océano. Neuquén lo haría desde el Norte, corriendo entre los bosques de arrayanes, mientras que, Limay, desde el sur, atravesaría por valles y montañas.

Pero, nunca tuvieron en cuenta al espíritu del Viento, que al no ser consultado, se sintió desplazado y comenzó a susurrar al oído de Raihué que Neuquén y Limay no regresarían nunca porque las estrellas que caen al mar se convierten en hermosas mujeres que seducen a los hombres y los encadenan en el fondo del océano. La joven, que se sentía culpable de la suerte de los amigos, comenzó a marchitarse de angustia y dolor y después de cuatro lunas se arrastró hasta el lago en donde conoció a los jóvenes y le ofreció su vida al dios Nguenechen a cambio de la salvación de Limay y Neuquén. Mientras rezaba, sus pies lentamente se convertían en raíces y penetraban en la tierra húmeda y desde su fina cintura surgían tiernas ramas, y sus labios se abría en una flor roja.

(Foto: Goodluz/ 123RF).

El Viento, que saboreaba su venganza, les comunicó el triste final de Raihúe a los jóvenes, y sopló con tanta furia que desvió el curso de ambos ríos hasta juntarlos. Limay y Neuquén, al enterarse que la muchacha había muerto de dolor por su ausencia, se abrazaron nuevamente como hermanos y se vistieron de luto por su amada, dando origen al río Negro que corre en busca del mar.

¿Te gustan los animales? Te mostramos algunos de los lugares en donde se pueden observar muchas de las especies típicas de nuestro país que, junto a entornos soñados, configuran una excelente opción para viajar por Argentina, en familia.

Esteras del Iberá. Corrientes

La localidad de Carlos Pellegrini, a casi 120 kilómetros de Mercedes en la provincia de Corrientes, con sus numerosos circuitos y pasarelas elevadas sobre la laguna Iberá y una maraña de plantas semisumergidas, garantiza el avistaje a corta distancia de carpinchos, ciervos de los pantanos, yacarés negros y overos y gran cantidad de aves que habitan en el interior o en las márgenes de los esteros: ipacaá, chajá, pato real, garza bruja, garza mora, garza blanca, cigüeña americana, jabirú, hocó colorado, jacana, y muchas más hasta completar las 350 especies que habitan en la zona.

Muy cerca, en una porción de selva se trazó el Sendero Carayá, desde donde se escuchan los potentes aullidos del macho dominante de la familia de monos aulladores. Los esteros son, sin dudas, uno de los mejores lugares para ver fauna en Argentina.

MÁS INFO. Esteros del Iberá, naturaleza a flote.

Península Valdés. Chubut

Ubicada en la Patagonia Argentina, la península Valdés, es uno de los mejores lugares del mundo para ver fauna marina. Si bien muchas especies no permanecen todo el año en la zona, diciembre es el mes que concentra mayor variedad de animales. Las ballenas francas australes son la atracción principal de la zona y pueden verse, de junio a diciembre, desde la costa de la playa El Doradillo, a 13 kilómetros de Puerto Madryn o, se puede hacer el avistaje en barco, en este caso las excursiones salen desde Puerto Pirámides, a 95 kilómetros de Puerto Madryn. Las orcas dicen presente entre marzo y abril en Punta Norte adonde se acercan para alimentarse de las crías de lobos y elefantes marinos. Estos últimos pueden verse en grandes cantidades durante todo el año, y en Madryn, se puede bucear con lobos marinos.

OTROS DATOS. Esquel, el destino argentino más hospitalario.

Desde septiembre hasta abril, en Punta Tombo o en la Estancia San Lorenzo, se pueden recorrer las pingüineras que concentran entre 400 y 600.000 pingüinos de Magallanes.

Fuera del agua existen infinidad de especies de aves, como el cormorán imperial, el petrel gigante, la gaviota cocinera, choiques, ostreros, playeros y muchas más. También es muy común cruzarse con guanacos, maras, zorros, etc.

Parque Nacional Iguazú. Misiones

Mientras se recorren los senderos camino a alguno de los 275 saltos de agua, es común encontrar grupos de coatíes que caminan por las barandas de las pasarelas, también es fácil toparse con los monos caí (o capuchino) que se mueven “en banda”. Entre las aves, de las 450 especies que existen en la zona, los vencejos, símbolo del Parque Nacional Iguazú, son los más observados, se trata de los pájaros que atraviesan volando las columnas de agua de las cataratas, para posarse sobre la pared rocosa del interior. El tucán grande, una de las cinco especies de tucanes del parque, también es fácil de distinguir entre los árboles por su colorido pico, además de las urracas, los jotes, los loros, garzas, patos, etc.

MÁS DATOS. Cataratas: Una aventura inolvidable.

Se pueden observar una gran variedad de mariposas de todo tipo y color y, en las aguas del río, se pueden ver tortugas y yacarés.

En el parque también existen más de 80 especies de mamíferos y, a muchos de ellos es muy difícil verlos, se trata de animales protegidos por estar en peligro de extinción como el yaguareté, el tapir, el ocelote, el oso hormiguero, la yacutinga (bellísima pava de monte), entre otros.

Ushuaia. Tierra del Fuego

La ciudad más austral del mundo y sus alrededores cuenta con una gran cantidad de especies animales que se pueden observar, aún en invierno. Para ver especies marinas nada mejor que la navegación por el Canal Beagle, el reconocido paseo en catamarán tiene paradas frente a la Isla de los Lobos en donde viven los lobos marinos de uno y de dos pelos. El recorrido continúa hasta la Isla de los Pájaros en donde se pueden avistar, entre otros, al petrel plateado, el cormorán imperial, el albatros de ceja negra, la gaviota cocinera, la paloma antártica e incluso, los cóndores. También, según la época del año, es posible ver pingüinos reales y magallánicos.

MÁS INFO. Ushuaia en verano.

El Parque Nacional también es hábitat de numerosa avifauna como el cauquén marino, símbolo del parque, el quetro o pato vapor austral, el ostrero y el macá grande. En los bosques patagónicos, las principales aves son: la cotorra austral o cachaña, el carpintero gigante, el rayadito y el zorzal patagónico. Entre los mamíferos podemos encontrar al guanaco, el huillín o lobito de río, el zorro colorado fueguino, exclusivo de la isla, y algunas de las especies introducidas como el conejo europeo y el castor canadiense, este último produce un gran impacto ambiental ya que tala los árboles para construir sus diques, que, a su vez provocan inundaciones que causan la muerte de muchos árboles debido al anegamiento.

Mar de Ansenuza. Córdoba

La laguna Mar Chiquita o Mar de Ansenuza alberga la mayor biodiversidad de aves en toda la provincia de Córdoba, el 66% de las especies migratorias y playeras registradas para Argentina y concentra casi el 36% de la avifauna del total del país (380 especies de aves registradas). Estos números, convierten al lugar en uno de los sitios más importantes para el avistaje se las aves del país.

En la zona se encuentran las tres especies de flamencos que hay en Sudamérica: el austral, el más abundante y que habita la laguna durante todo el año, el andino o parina grande y la parina chica o flamenco de James, ambas visitantes de invierno.

CONOCÉ MÁS. La leyenda de Ansenuza (o Mar Chiquita).

Entre los mamíferos que se pueden encontrar en la zona se encuentra el coipo (llamada comúnmente nutria en la zona), carpincho, comadreja colorada, corzuela parda, pecarí de collar, gato yaguarundí y zorro gris. Existe presencia de especies en riesgo de extinción, muy difíciles de ver como la tortuga terrestre, el lobito de río y el aguará guazú.

Hace muchísimo tiempo, Tupá, el dios de los guaraníes, decidió que las almas de los muertos que debían ir al cielo, lo hicieran volando y, para eso, le pidió al Protector de las Aves que les pusiera alas. Así lo hizo, y, cuando una persona buena fallecía, el Protector le colocaba alitas a su alma para que hiciera el viaje al Paraíso. Tan feliz estaba con esa tarea que buscó, para las almas bellas, alas que no solo sirvieran para volar, sino que además anunciaran las cualidades que había tenido su dueño.

Entonces, al cacique fuerte y justo, que murió defendiendo a su pueblo, le colocó un par de alas de águila y a aquél hombre trabajador que hizo su casa y ayudó a los demás a construir la suya, lo premió con alitas de hornero. Así colocó alas de palomas, alitas de picaflor y muchas más.

Jorivá era una muchachita huérfana que vivía con su anciana abuela en la tribu del cacique Cambá Guasú. La había criado luego de que sus padres murieran cuando apenas era una niña. Ahora, era la joven quien cuidaba a la viejita, mantenía la vivienda limpia, cocinaba y todo lo hacía con alegría, era feliz.

Además la muchacha se ganaba la vida como costurera, trabajadora y diligente, nunca le faltaban vestidos para confeccionar o remendar, siempre cortando telas con su tijera, que llevaba atada a la cintura por medio de un grueso cordón. Su dedicación se hizo tan popular que incluso desde las tribus vecinas la buscaban para hacer o arreglar ropa.

Llegó el invierno, particularmente crudo, y su abuela, vieja y enferma a pesar de los amorosos cuidados de su nieta, no lo soportó y una noche de intenso frío, murió.

(Foto: Mario Rodriguez).

Con una inmensa pena, Jovirá siguió trabajando, pero la desgracia sufrida terminó por borrarle la sonrisa de su rostro y perdió la alegría y el deseo de vivir. Muchos jóvenes intentaron acercarse a ella, pero el amor nunca llegó a su corazón.

Tupá, miraba a la joven con preocupación y le habló en sueños: “Jorivá ¿no dejarás que la felicidad regrese a tu corazón? ¿Acaso prefieres reunirte con tu abuela y tus padres, acá en el cielo?” a lo que ella contestó, dormida, pero sin dudar: “Tupá, si me concedieras esa gracia, mi alma volaría inmediatamente contigo”.

El dios, triste por la confesión de la joven, le encomendó al Protector de las Aves que buscara las alas más hermosas para el alma noble de la muchacha. Este, eligió suaves plumones de colores negros, grises y blancos, excluyendo los matices alegres y brillantes, ya que la vida de la muchacha había sido humilde y sacrificada.

“Tupá -le dijo el Protector- conocemos bien a Jorivá, más que el brillo de lujosas alas ella será feliz con su querida tijera y podemos obsequiársela”. Con la conformidad del dios, tomó las plumas de la cola y las estiró hasta lograr la apariencia de una tijera y además, le otorgó la propiedad de abrirla y cerrarla a su voluntad, como lo hiciera durante tanto tiempo cuando cortaba las telas.

Con la llegada de la primavera, después de un invierno tan duro, la tribu recuperaba su alegría y, animados por el calorcito, comenzaban a levantarse más temprano, pero esa mañana la puerta de la casa de Jorivá no se abrió. Sus vecinos, se acercaron presintiendo lo peor. Pero, su sorpresa fue grande cuando descubrieron en la ventana un pájaro que nunca habían visto. De lomo negro, pecho blanco y una larguísima cola en forma de tijera.

El ave se posó en un timbó cercano, agitó sus alas, y muy feliz trepó a los cielos. Todos en el pueblo supieron que era el alma de Jorivá que emprendía el viaje hacia el paraíso convertida en el pájaro que hoy llamamos tijereta.

Con poco más de 1000 habitantes, la pequeña población de Å, en Noruega, ostenta el título del pueblo con el nombre más corto del mundo.

Å se encuentra en el municipio noruego de Moskenes, en el extremo meridional de las islas Lofoten, un archipiélago situado por encima del Círculo Polar Ártico y formado por unas 2000 islas bañadas por el mar de Noruega. Con semejante ubicación, es fácil imaginar porqué este pueblito de 1.000 habitantes, durante las temporadas más frías, quede prácticamente desierta.

Su nombre, la primera letra de nuestro alfabeto (aunque en español se pronuncia como la vocal “o”), paradójicamente, es la última letra del alfabeto noruego (después de la z, æ y la ø) y significa “lugar donde hay agua”.

“Longest place name in the world” mucho más corto que anunciar el nombre del lugar. (Foto: itravelnz/Flickr).

En los últimos tiempos y debido a su particular denominación, en Å, el turismo se ha convertido en su principal fuente de ingresos. No obstante, la tradición pesquera del lugar sigue viva en los secaderos de pescado y contar con una fábrica de aceite de hígado de bacalao que data de 1850.

El lugar permite disfrutar de la naturaleza, el descanso y la visita a los dos museos de la localidad: el Museo Lofoten Stockfish (Lofoten Tørrfiskmuseum) en donde se muestra el proceso desde que el pescado es llevado a tierra hasta que finalmente se empaca y está listo para la exportación y el Museo del Pueblo Pesquero Noruego (Norsk Fiskeværsmuseum) que aborda la vida pesquera en Lofoten en los últimos 200 años.

El largo cartel con el largo nombre de la colina neozelandesa constituye todo un atractivo turístico. (Foto: Michal Durinik/123rf).

Fuente: www.viajerosblog.com

Algunos de las principales superficies lacustres de Argentina se encuentran íntegramente en su superficie, mientras que otros las comparte con Chile. Estos son los espejos de agua más grandes de nuestro país.

Laguna Mar Chiquita. Córdoba

Ubicada en el noroeste de la provincia de Córdoba, la laguna Mar Chiquita o Mar de Ansenuza, es una laguna endorreica de alta salinidad. Debido a su superficie que puede rondar los 6000 kilómetros cuadrados, es la mayor superficie lacustre de Argentina y el cuarto más grande de Sudamérica. Sus principales aportantes fluviales son el río Dulce, el Suquía y el Xanaes. Por su gran cantidad de especies de aves y por albergar una de las colonias de flamencos rosados más importantes del mundo, el lugar es un paraíso para el avistaje y los safaris fotográficos.

Lago Argentino. Santa Cruz

Ubicado muy cerca de la ciudad de El calafate, al suroeste de la provincia de Santa Cruz, es el lago más grande de Argentina con una superficie de 1466 kilómetros cuadrados. Si bien la profundidad media de 150 metros, en algunos sectores llega a los 500 metros lo que lo ubica entre los veinte lagos más profundos del mundo. Consta de un cuerpo principal y dos largos brazos ubicados dentro del parque nacional los Glaciares en donde se encuentran, entre otros, el glaciar Perito Moreno y el glaciar Upsala.

(Foto: Mario Rodriguez).

Lago Viedma. Santa Cruz

Este gran lago patagónico, ubicado también en la provincia de Santa Cruz, ocupa 1088 kilómetros cuadrados y se trata del más largo –de los formados por glaciares- de Argentina, con aproximadamente 80 kilómetros de longitud y unos 15 kilómetros de ancho. No cuenta con afluentes importantes por lo que su mayor aporte lo recibe del glaciar Viedma que, ubicado en el extremo oeste del lago, es el más grande del país con cinco kilómetros de ancho. El Río Leona une las aguas del lago Viedma con las del Lago Argentino.

(Foto: Linda de Volder/ Flickr).

Lago Buenos Aires. Santa Cruz

Formado luego del deshielo de un glaciar y rodeado por la cordillera de los Andes, este lago es compartido entre Argentina y Chile, en nuestro país, en la provincia de Santa Cruz, recibe el nombre de Buenos Aires y lago General Carrera en Chile. De sus 1850 kilómetros cuadrados de superficie total, 880 se encuentran del lado argentino. Con 590 metros de profundidad, se ubica en el puesto once de los más profundos del mundo.

(Foto: Mariano Mantel/ Flickr).

Lago San Martín. Santa Cruz

Otro de los lagos patagónicos que comparten Argentina y Chile, en este caso, cada país le dio el nombre de sus respectivos libertadores: San Martín del lado argentino y O’Higgins del Chileno. Posee una superficie total de 1013 kilómetros cuadrados de los cuales 459 pertenecen a la provincia argentina de Santa Cruz. Con más de ocho brazos, es uno de los lagos más irregulares y de mayor tamaño de la Patagonia. Alimentado por los deshielos de los glaciares del Campo de Hielo Patagónico Sur desagua en el océano Pacífico a través del río Pascua.

(Foto: Tierras Patagónicas/ Flickr).

Lago Nahuel Huapi. Neuquén y Río Negro

Este lago patagónico de origen glaciar, ubicado en el parque nacional homónimo, divide su superficie de 557 kilómetros cuadrados entre las provincias argentinas de Neuquén (80 %) y de Río Negro (20 %). Se conecta con otros lagos más pequeños, como el Gutiérrez, el Moreno, el Espejo y el Correntoso. Alimentado por los deshielos, constituye la naciente del río Limay. Posee varias islas pero la isla Victoria, de 31 kilómetros cuadrados, es la más grande y conocida por su intensa actividad turística. San Carlos de Bariloche y Villa La Angostura son dos de las ciudades ribereñas que reciben a miles de turistas nacionales e internacionales.

(Foto: Mario Rodriguez).

Lago Fagnano. Tierra del Fuego

De los 590 kilómetros cuadrados de este lago compartido con Chile, el 93 por ciento se encuentra del lado argentino en la isla de Tierra del Fuego. Los selk’anm, pueblo originario de la zona, le llamaban Khami, que significa “Agua Grande”. Es un espejo extendido longitudinalmente con un largo aproximado de 104 kilómetros (de los cuales 13,5 kilómetros se encuentran en territorio chileno) y su profundidad máxima supera los 200 metros. Se encuentra a unos 100 kilómetros de Ushuaia, siendo la localidad de Tolhuin, el asentamiento más importante en las proximidades del lago.

(Foto: Matyas Rehak/ 123RF).

Lago Cardiel. Santa Cruz

Ubicado en la meseta patagónica, al pie del Cerro Bayo y a 70 kilómetros de Gobernador Gregores en Santa Cruz, este lago, de 480 kilómetros cuadrados, es famoso entre los pescadores por su riqueza ictícola, encontrando en el lugar especies de salmónidos como la trucha arcoiris, fontinalis y salmón encerrado. En sus alrededores casi no hay vegetación, debido al clima frío y la escasez de lluvias, el paisaje se caracteriza por los suelos desnudos o cubiertos de vegetaciones baja arbustiva. Su nombre es un homenaje al Padre Jesuita José Cardiel, quien realizó la misión salesiana patagónica en 1746.

(Foto: Mariano Srur/ Flickr).

Whittier en Alaska es un pequeño pueblo, que podría ser como tantos otros, lo curioso es que sus más de 200 habitantes viven en el mismo edificio.

Durante el verano, el lugar tiene 22 horas de sol y convoca a más 700.000 visitantes que llegan en cruceros. También se puede ingresar al pueblo por tierra, mediante un túnel que atraviesa las montañas. Más allá del turismo, los habitantes de Whittier viven en un edificio que tiene todo lo necesario para que sus residentes sobrevivan al duro invierno de Alaska.

Breve historia

Después de la II Guerra Mundial, la marina de los Estados Unidos construyó una base naval en una ensenada del estrecho Prince William Sound, en Whittier. La base militar, construida en 1956, constaba de dos edificios anexos conocidas como Begich Towers, en donde vivieron unas 200 personas. Con el correr de los años, el ejército dejó de considerar la zona como un punto estratégico y abandonó el lugar.

Whittier es visitado por miles de turistas que llegan en busca de las 22 horas de sol que tienen los días durante el verano. (Foto: Ryan Taylor).

Luego de la marcha de los militares, los lugareños convirtieron la edificación en una residencia en donde refugiarse durante los duros meses de invierno cuando, la temperatura media es de cero grados y las mínimas caen hasta los 20 grados bajo cero, además de los vientos helados y la acumulación de nieve disminuyen la necesidad de salir al exterior. Hoy, las Begich Towers, después varias refacciones, son un moderno edificio de catorce plantas en donde transcurre la vida de los habitantes de Whittier.

En las primeras plantas se instalaron las oficinas administrativas locales, la comisaría, la oficina de correos, la iglesia, el centro de salud, el supermercado, la cafetería, la lavandería, un pequeño hotel y también el acceso a un túnel subterráneo que comunica el edificio con escuela municipal ubicada al otro lado de la calle, utilizado durante el invierno, cuando el acceso principal al centro educativo permanece cerrado. En las plantas superiores se encuentran las viviendas de los habitantes, incluso la del alcalde de Whittier.

Además de las Begich Towers existen otras pequeñas construcciones como un restaurante, un bar y una posada, utilizadas por los turistas durante el verano.

La localidad de Whittier se hizo conocida porque casi la totalidad de sus habitantes residen en un mismo edificio. (Foto: puuikibeach).

Trabajar en Whittier

Gran parte de sus habitantes trabajan en el puerto o en el mantenimiento del mismo edificio, o de las calles, incluso el túnel de acceso por tener un único carril y funcionar por turnos, requiere de mucho personal. Otras personas dictan clases en la escuela o se ocupan del cuidado de sus vecinos enfermos. Fuente: www.jll.es

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