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Mario Rodriguez

El Cruce Andino atraviesa la cordillera a través de tres lagos y enlaces terrestres en bus para unir Bariloche con Puerto Varas en Chile.

Desde Bariloche, punto de partida de nuestro viaje, nos trasladamos en bus unos 25 kilómetros hasta Puerto Pañuelo. El camino que bordea el lago Nahuel Huapi ofrece postales de películas con sus construcciones de estilo suizo, rodeadas de cuidados jardines.

Lago Nahuel Huapi, azul intenso

Con el panorama del Llao Llao, zarpamos de Puerto Pañuelo a bordo del Gran Victoria, el catamarán con el que navegamos durante una hora por el Nahuel Huapi. Una llovizna persistente satura el verde de la vegetación costera. Los tres bocinazos que toca el capitán a modo de saludo al atravesar el Islote Centinela rompen el silencio, allí descansan los restos del Perito Francisco Pascasio Moreno, considerado el padre de los parques nacionales. El recorrido continúa entre montañas y cascadas que se abren paso entre la selva valdiviana que tapiza las costas. Puerto Blest a la vista.

(Foto: Mario Rodriguez).

Una vez en el muelle, el lugar invita a perderse en alguno de los senderos del Parque Nacional Nahuel Huapi, pero hay que seguir. En bus, durante tres kilómetros, atravesamos el bosque bordeando el río Frías con sus particulares aguas verdes y lechosas –aportadas por uno de los glaciares del cerro Tronador–, hasta llegar a nuestro próximo puerto.

Lago Frías, espejo verde

Embarcamos en Puerto Alegre para recorrer el lago Frías durante 25 minutos. Alimentado por las abundantes precipitaciones de la zona y por los arroyos que bajan del glaciar Frías del Cerro Tronador, cuyas aguas le dan la peculiar coloración verde. Por ser el de menor tamaño, la exuberante costa está mucho más cerca y nos deja ver cómo los árboles invaden el paisaje hasta el agua. Personalmente me pareció el más lindo de los tres lagos.

En Puerto Frías hacemos los trámites aduaneros y luego, en bus por dos horas para ingresar a Chile. En Peulla, pequeño puerto en el lago de Todos los Santos hacemos migración y almorzamos antes del último trayecto lacustre.

(Foto: Mario Rodriguez).

Lago de Todos los Santos, color esmeralda

Iniciamos el recorrido del último lago, esta vez en aguas chilenas. Al rato de navegar, el capitán detiene la marcha y se acerca a la costa; la cascada de ochenta metros de altura bien merece fotos desde todos los ángulos. Llegamos a Petrohue. Abordamos el último bus que, bordeando el lago Llanquihue, nos lleva a destino final.

Puerto Varas es una pequeña ciudad de alrededor de 40.000 habitantes, fruto de la inmigración alemana que se asentó a orillas del lago Llanquihue. La arquitectura, e incluso la gastronomía, dan muestras concretas de la influencia germana.  

(Foto: mihtiander/123RF).

De vuelta

Al navegar, nos cambiamos de lado para disfrutar de “la vereda de enfrente”. La selva valdiviana, con sus más de 3.000 milímetros anuales de lluvia, alberga coihues, alerces, cipreses, lianas y enredaderas. Esta vez con sol, los distintos verdes de cada especie dibujan un paisaje de esos que son para mirar, difíciles de describir. Las nueve horas de recorrido pasan volando y el Llao Llao, esta vez de frente, nos recibe en su bahía.

La capital ecuatoriana y sus alrededores ofrecen diversos atractivos para descubrir en varios días: el centro histórico mejor conservado de América, gastronomía típica, volcanes, selvas y páramos.

La primera actividad en Quito fue participar de una cooking class. En una casa colonial, con patio interno lleno de macetones con plantas y flores, el chef Edwin Yambay dirige su restaurante Altamira. Los participantes, con la ayuda del chef, elaboramos nuestra comida lo que resultó una gran experiencia. Conocimos las técnicas y los ingredientes, muchos de ellos desconocidos en Argentina, que rescata la cocina tradicional ecuatoriana. Hay 200 variedades de papa en Ecuador, a chola es la que se utiliza para el locro quiteño. El plátano verde, de consistencia más dura, se come frito en trozos aplanados llamados patacones o tostones. Considerado como la cuna del cacao, El país lo exportó desde siempre como materia prima, hoy gana premios internacionales en la industria de los chocolates finos.

Siguiente paso, recorrer el casco histórico de Quito, uno de los más grandes y mejor conservados de América, Patrimonio de la Humanidad. Las angostas calles hechas con piedra volcánica nos llevan hasta la Plaza Grande, sitio de reunión de los quiteños. Centro político e histórico, en el centro se levanta el monumento a los Héroes de la Independencia y, alrededor, el Palacio de Gobierno, el Palacio Arzobispal, la alcaldía y la Catedral.

Casi toda población de Ecuador –un 95%- profesa la religión católica. Por eso es natural que sus más de 50 iglesias sean visitadas casi a diario por feligreses y turistas. En el circuito religioso se destacan, entre otras, la Compañía de Jesús, de estilo barroco español y un interior decorado en madera tallada recubierta en láminas de oro. Por otra parte, la monumental Iglesia de San Francisco, con su larguísima fachada y una gran explanada al frente –otro lugar de reunión de locales y palomas–, ocupa más de tres hectáreas: es la obra arquitectónica religiosa más grande de Latinoamérica.

Pájaros rojos

Todavía está oscuro en la mañana cuando emprendemos el camino hacia el norte, al Bosque Nublado. A poco de dejar la capital, el paisaje cambia por completo. El recorrido transcurre entre montañas y la vegetación se hace exuberante. Un camino angosto nos lleva hasta Paz de las Aves.

En una barranca que mira al bosque se ubica el refugio con turistas ansiosos por avistar, fundamentalmente, al gallito de la peña. Ángel se acerca al filo y emite sonidos. “Él se comunica con las aves: imita sus cantos y las llama por sus nombres”, comenta Vinicio Paz, administrador de la reserva. Las exóticas aves de contrastante plumaje rojo se acercan y se posan en los árboles cercanos. Comienza la agitación por lograr la mejor vista, la mejor foto. Alguien se aventura fuera del refugio para buscar una mejor ubicación. El reto es instantáneo y en voz baja. Las aves se alejan, y vuelta a empezar.

(Foto: Mario Rodriguez).

El desayuno, servido en un deck cercano, incluye el bolón de verde, otro de los típicos platos que tienen al plátano verde como protagonista. Alrededor todo es movimiento: colibríes, ardillas y aves coloridas van y vienen por el lugar.

Al llegar a Bellavista todavía faltan dos horas para el almuerzo, el tiempo justo para recorrer unos de los senderos del complejo. El circuito empieza frente a un nutrido grupo de “americanos” que gatillan y gatillan a cientos de colibríes que se acercan a los comederos.

Más que una experiencia exclusiva para “pajareros”, recorrer el Bosque Nublado es un pasaporte a uno de los ecosistemas más ricos del mundo, en donde se desarrolla una gran diversidad de plantas y animales. Al volver, agotado y feliz, los “americanos” siguen en el mismo lugar llenando tarjetas de memoria.

Desde la altura

Un teleférico nos lleva al volcán Pichincha: en pocos minutos subimos hasta los 4.000 metros sobre el nivel del mar. Tanto en el recorrido como en la cima, el panorama de la ciudad –y, en un día despejado, el perfil de la cordillera con los nevados Cayambe, Antisana y Cotopaxi– transforma a esta actividad en una experiencia muy recomendable. Una breve caminata nos conduce hasta las hamacas que permiten “columpiarse sobre Quito”. Hay que llevar abrigo, porque la temperatura baja drásticamente.

(Foto: Mario Rodriguez).

Basta levantar la vista desde cualquier punto de la ciudad para observar sobre la loma El Panecillo a la virgen alada. La Virgen de El Panecillo se ubica a 3.000 metros sobre el nivel del mar y fue “armada” con 7.400 piezas de aluminio. Con 36 metros de altura, es una de las imágenes más elevadas del mundo –más, incluso, que el Cristo Redentor en Río–.

(Foto: Mario Rodriguez).

La mitad del mundo

Si uno no fue al monumento Mitad del Mundo y se sacó una foto con un pie en cada hemisferio con la línea amarilla al medio, no visitó Quito. En 1736, un grupo de franceses aseguró que este era el centro geodésico del mundo. Más acá en el tiempo, GPS mediante, se determinó que la verdadera mitad del mundo estaba unos metros más allá, en Intiñán.

En el museo Intiñán se pueden experimentar con juegos didácticos los efectos de la latitud 0, la línea ecuatorial. Ahí, un huevo se para en la cabeza de un clavo, el agua de un lavatorio al sacar el tapón gira para uno u otro lado dependiendo de si está en el hemisferio sur o en el norte y, si uno se para en la línea ecuatorial, puede comprobar que pesa un kilo menos (en la parte más ancha del planeta, la fuerza de gravedad es menor).

(Foto: Mario Rodriguez).

En otra sección del museo se pueden apreciar las costumbres de los pueblos de la región, como los waorani que habitaban la Amazonia o los shuar, conocidos por su tradición de reducir cabezas.

La Capilla del Hombre

Dentro de este imponente espacio arquitectónico se exponen las obras del destacado pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín. Divididas en las series de el llanto, la ira y la ternura, el artista retrata el sufrimiento, las luchas y los logros del pueblo latinoamericano. Fue declarado por la Unesco como “prioritario para la Cultura”.

“Mi pintura es de dos mundos. De piel para adentro es un grito contra el racismo y la pobreza; de piel para fuera es la síntesis del tiempo que me ha tocado vivir”.

(Foto: Mario Rodriguez).

En 2002 se inauguró su obra más importante, el espacio arquitectónico “La Capilla del Hombre”, el cual Guayasamín murió sin ver finalizado.

Sus cenizas descansan bajo el denominado “Árbol de la Vida”, un pino plantado por el mismo artista en la casa en que vivió sus últimos 20 años, dentro de una vasija de barro.

“Entre el culo y la montura deben caber cuatro dedos” nos instruye parado en los estribos. “Para arrancar levantamos las riendas y tiramos unos besitos. Para parar, tiramos suavemente hacia atrás las riendas y decimos ¡shooooo!”
Después del tutorial, Don Rafael distribuye los caballos. El tordillo manso para la turista francesa. Para el quiteño que ya tiene experiencia, el zaino colorado. El Llanero me toca a mí, es inquieto y porfiado como vos, pero sigue alegre al resto, nada de solitario.
Averigua mi origen, mira el cielo y me pregunta sobre las costumbres alimenticias de los cóndores argentos. Luego aporta la versión local, “acá se aprovechan de los terneros chiquitos, cuando las vacas bajan al valle a tomar agua, pasan volando y chaaff!!! se los llevan”.
“Don Rafael, se me cayó algo”, dije.
Con una seña indica al resto del grupo que siga y se queda conmigo hasta que encuentro… la tapita del lente.
“Es un ojo de pescado?” Me pregunta apuntando a la cámara. “No, es un gran angular para que entre mucho paisaje en la foto” y muevo la mano de izquierda a derecha como un limpiaparabrisas, como si no habláramos el mismo idioma. “Aaah, es mejor que un ojo de pescado”. “No necesariamente, cumplen funciones distintas”. Después hablamos de caballos, de vacas y de la altura del Aconcagua.
En una hora de cabalgata llegamos al mirador, de nubes en este caso, porque el Cotopaxi está totalmente cubierto. Aunque hay viento y en cualquier momento el volcán puede dejarse ver. Mientras esperamos, Don Rafael se acuesta en el piso y al ratito ronca.
Inca hasta la médula, viste como el gaucho local, el chagra: poncho a rayas y una especie de sobrepantalón, llamado zamarro, cubierto con piel de cordero. El casco de equitación, los lentes de sol y el walkie talkie amarillo lo actualizan.
De regreso en la hacienda lo saludo como si me despidiera de un entrañable amigo, me regaló una sonrisa, copia fiel de la que le dedicó a la francesa y al quiteño.

Las termas más grandes de Argentina con todos los beneficios de sus aguas, actividades para la familia y gastronomía que vas a extrañar durante todo el año.

Se dice que los Incas venían desde el Cuzco a disfrutar de las energéticas “aguas milagrosas”, que brotaban calientes de la tierra. Con las mismas intenciones y muchas más, llegamos a Termas de Río Hondo después de seis horas en auto desde Córdoba. El calor de la tarde nos invita a relajarnos en la pileta termal del hotel Los Pinos.

Cerca del centro de la ciudad, la costanera, paralela al río Dulce, es uno de los atractivos del lugar. “Me recuerda a las calles de Ocean Drive en Miami: palmeras más, palmeras menos; es casi igualita”, bromea Juan Carlos Aguirre, cantautor local. Con casi cuatro kilómetros de longitud hasta el paredón del dique El Frontal, la rivera ofrece bicisenda, muelles, espacios verdes y, como dice el artista, muchas palmeras.

(Foto: Mario Rodriguez).

Al pie del murallón, armado con cámara con lente largo, me dispuse a fotear a las garzas y los biguás mientras se hacen un festín en la correntada. Alrededor, una gran cantidad de pescadores se congregan en espera del “pique”. “A mi marido no le gusta que lo filmen”, me retó una mujer cuando apunté al muchacho que pescaba con redes metido en el río, actividad totalmente prohibida.

Por una escalera lateral se accede a la parte superior del paredón que divide en dos al paisaje. De un lado, el lago del embalse, con sus campings y las playas adonde concurren los lugareños a practicar deportes náuticos y a pescar dorados y bogas. Del otro, el cauce del río Dulce y el nuevo campo de golf.

(Foto: Mario Rodriguez).

La gran palangana

Termas de Río Hondo no es un centro termal, afirman los locales. Asentada sobre 14 napas mesotermales que ocupan 12 kilómetros a la redonda, transforman al lugar en toda una “ciudad termal” o, como dijo un criollo “una ciudad asentada sobre una gran palangana”. Por tal motivo, para disfrutar del bienestar que generan estas aguas, solo se necesita abrir una canilla.

Para fierreros y nostálgicos

A seis kilómetros de la ciudad, la estatua del piloto megacampeón Valentino Rossi, idolatrado por los fanáticos del MotoGP, da la bienvenida al Autódromo internacional de Termas de Río Hondo. Integrado al circuito, el Museo del Automóvil es un impresionante espacio en donde se exponen autos, motos y distintos elementos del deporte motor.

El salón principal exhibe dentro de los autos deportivos al Fórmula 1 Benetton Renault de los ’90, y varios ejemplares del Turismo Carretera y el Sport Prototipo, como el Panizza Tornado de 1968 y la Liebre MKT III de 1969. Entre los históricos, el Delahaye de 1934 se lleva todas las miradas. Entre los de fabricación nacional, impacta el Justicialista cupé de 1953.

(Foto: Mario Rodriguez).

En el primer piso hay modelos de motos Harley-Davidson, Ducati, Indian y Puma, entre otras marcas, que van de 1906 a 2013. La segunda y la tercera plantas están destinadas al sector de palcos, con una vista inigualable del circuito internacional.

El Museo del Automóvil exhibe una joya a prueba de nostálgicos. ¿Quién de los que peinamos canas no se imaginó manejando el Mach 5, después del cole, viendo los dibujos animados de Meteoro? Está ahí, y funciona. Sobre el chasis y motor de un Corvette se montó la carrocería en aluminio y fibra de carbono, tapizado en cuero rojo cosido a mano y todos los detalles imaginables para replicar el legendario auto.

(Foto: Mario Rodriguez).

El golf, presente

El Termas de Río Hondo Golf Club inauguró su cancha de 18 hoyos. Diseñado por Robert Tren Jones II, el predio de 120 hectáreas ofrece un campo de alto nivel para los amantes del deporte. Los greens y bunkers de arena conviven con la vegetación autóctona y dos lagunas en donde se puede observar fauna local.

Además, cuando no hay jugadores, el club ofrece recorridos guiados para conocer la cancha. Juan Manuel Pereyra, director del golf, aconseja ir por la tarde: el atardecer desde las terrazas del club house es imperdible.

(Foto: Mario Rodriguez).

Disfrute full full

La pulsera del sistema todo incluido del hotel Los Pinos es un pasaporte a gran cantidad de servicios, comidas y bebidas. El primer all inclusive de Argentina, más allá de tratamientos termales para gente mayor, ofrece una variada propuesta recreativa para toda la familia.

En el resort hay suculentos desayunos y meriendas, además de almuerzo criollo los días sábado, con empanadas, locro y carne al asador. En cuanto a las instalaciones, gimnasio, spa termal, piscina cubierta, jacuzzi, cine, canchas de tenis, fútbol 5, paddle y un largo etcétera permiten organizar una estadía para todos los gustos.

(Foto: Mario Rodriguez).

Conclusión

Conocí Termas de Río Hondo con el prejuicio de que se trataba de un lugar destinado para personas de la tercera edad. Y claro que lo es, pero también es un lugar ideal para parejas que buscan tranquilidad, familias tipo y numerosas, pescadores, fierreros nostálgicos, golfistas y gente que quiere relajarse. 

El difícil acceso, el clima hostil y señal nula hacen del Parque Nacional sanjuanino, un lugar inhóspito, en donde vivir una de las mejores experiencias viajeras.

Por la mañana, después del aconsejado desayuno liviano, nos dirigimos a la sede de la Intendencia de Parques Nacionales a cumplir con las normas obligatorias: registro del ingreso y presentación del certificado médico que avala nuestra buena condición para viajar a la altura.

Dejamos Rodeo y la caravana de cuatro camionetas se dispone a recorrer los 130 kilómetros hasta el ingreso al parque en cuatro, cinco, siete o nueve horas; difícil saberlo. Ha llovido los días anteriores y el camino se vuelve complicado.

Después de Angualasto y Malimán, el paso de La Chigua sobre el río Blanco representa el primer obstáculo: las aguas del deshielo primaveral hacen que el caudal crezca y supere largamente la altura del vado. Paso de rutina para los lugareños, aventura épica para los visitantes que merece fotos, videos y drones.

El caudal crecido del río Blanco representa el primer obstáculo en el recorrido hacia el parque. (FOTO: MARIO RODRIGUEZ).

Luego aparecen caminos de cornisa, pendientes abruptas y quebradas. Dejamos atrás El Chinguillo, último caserío que ostenta verde a su alrededor, y pasamos por más accidentes geográficos hasta llegar a una planicie con vegetación baja en donde un cartel indica el comienzo del Parque Nacional San Guillermo.

Refugiados

Agua del Godo es un refugio de montaña y el centro operativo de Parques Nacionales. Todavía queda luz y energía para empezar el recorrido. Los Caserones, a 3.480 metros sobre el nivel del mar, tiene un circuito para caminar entre gigantescas formaciones rocosas moldeadas por el tiempo y pequeñas piletas esculpidas que aún contienen agua de lluvia. En una grieta, el chinchillón permanece inmutable ante la invasión. A medida que ascendemos entre las moles, el paisaje se amplia, y nuestros coloridos rompevientos y los lejanos grupos de vicuñas y guanacos se ven como pequeñas manchitas en el paisaje. Oscurece y la temperatura baja rápidamente pero el día no termina. “¡Puma, puma, puma!”, gritó Diego, señalando al animal mientras frenaba la chata. Como ocurre en estos casos, la cámara tiene el lente inapropiado y, hasta cambiarlo, el animal empezó a trepar una de las tantas montañas coloridas. Corrí todo lo que pude. Las piernas empezaron a pesar y el corazón, a acelerarse; y la agitación me recordó que estaba a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar. De todos modos, mientras recobraba el aliento, me sentía afortunado: no es común cruzarse con estos felinos.

Este inhóspito lugar, de difícil acceso, esconde un mundo de texturas y colores inimaginales. (FOTO: MARIO RODRIGUEZ).

Por la mañana llegamos al Punto Panorámico, un inmenso balcón desde donde es posible observar la gran variedad de texturas y colores que exhiben los cerros y picos nevados. Camino al refugio La Brea, al pasar por el sector conocido como “la Vega de Los Leones”, vemos a tres cóndores reunidos alrededor del cadáver de una vicuña; seguramente, los restos de la cena del puma.

Desde La Brea hacemos tres salidas más. La visita a las antiguas minas causa un particular impacto: se hace difícil imaginar la vida cotidiana en un clima tan extremo y parajes tan solitarios. Con la compañía permanente de vicuñas, guanacos y vientos, seguimos huellas que no se ven y, en todo momento, la exigencia de vehículos todo terreno para el ingreso al parque se justifica. Caminos complicados, arroyos todavía congelados y nieve no nos impiden acceder al último escalón: las lagunas de altura. Una, particularmente, está poblada de flamencos, patos y otras aves.

Con el tamaño de los vehículos se puede tomar la real dimensión de la inmensidad del lugar. (FOTO: MARIO RODRIGUEZ).

El clima extremo y la inmensidad del Parque Nacional San Guillermo lo hace parecer deshabitado. Así son los desiertos: te muestran espejismos, hacen nada por aquí, nada por allá pero de repente te regalan un rayo de vida en su forma más pura, cruenta o bella o todo eso al mismo tiempo.

Se recomienda vivir el desierto al menos una vez en la vida. San Guillermo es un buen lugar para empezar a amar esos lugares que parecen vacíos.

Tendremos 19 días en nuestro país, entre feriados y fines de semana largos. A tomar nota y a organizar como disfrutarlos.

Las vacaciones se terminan y siempre queremos más. Tranquilos, entre inamovibles, trasladables y “puentes”, en este 2020, hay feriados y findes largos -tres y cuatro días- para poder descansar y siempre que se pueda, viajar.

Los feriados “puente”, que conforman findes de cuatro días, previstos para este año son tres: el lunes 23 de marzo, el viernes 10 de julio y el lunes 7 de diciembre. Carnaval, 24 y 25 de febrero y semana santa, para el que pueda tomarse el jueves santo –día no laborable- serán también fines de semana de cuatro días.

Si bien es un destino para visitar todo el año, las sierras y los ríos de Córdoba, atraen a muchos visitantes durante los meses de verano. (FOTO: MARIO RODRIGUEZ).

La diferencia entre feriados “puente” y “días no laborables” es que en los primeros, las empresas, públicas y privadas, están obligadas a otorgarle el día a sus empleados o, en caso contrario, liquidar las horas trabajadas como extras al 100%. Los días no laborables son optativos para el sector privado, por lo tanto, las empresas tienen la facultad de elegir si les da o no el día libre a sus empleados. Si el empleado asiste a su trabajo, las horas se liquidan como normales, no extras. En el caso de la administración pública, no hay atención ni se dictan clases.

Calendario para lo que queda del 2020

Febrero

24 y 25. Lunes y martes. Feriados por carnaval. Finde de cuatro días.

Marzo

23. Lunes. Feriado puente con fines turísticos

24. Martes. Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Finde de cuatro días.

En el Parque Nacional Talampaya durante el Otoño, el clima es moderado, soleado y seco. (FOTO: MARIO RODRIGUEZ).

Abril

2. Jueves. Día del veterano y los caídos en la guerra de Malvinas

9 y 10. Jueves y Viernes. Semana Santa. Finde de tres días o cuatro, para aquellos que puedan tomarse el jueves).

Mayo

1º. Viernes. Día del Trabajador y la Trabajadora. Finde de tres días.

25. Lunes. Día de la Revolución de Mayo. Finde de tres días.

Junio

15. Lunes. Día paso a la Inmortalidad del General San Martín de Güemes (fecha original: 17/06). Finde de tres días.

20. Sábado. Día paso a la inmortalidad del General Manuel Belgrano

Julio

9. Jueves. Día de la Independencia

10. Viernes. Feriado puente con fines turísticos. Finde de cuatro días.

En Ushuaia, durante el invierno, además de la práctica de los deportes “de nieve” pueden realizar excursiones de todo tipo. (FOTO: MARIO RODRIGUEZ).

Agosto

17. Paso a la inmortalidad del General José de San Martín. Finde de tres días.

Para visitar los Esteros del Iberá lo mejor es evitar los meses de verano debido a las altas temperaturas, los mosquitos y las lluvias. (FOTO: MARIO RODRIGUEZ)

Octubre

12. Lunes. Día del Respeto a la diversidad cultural. Finde de tres días.

Noviembre

23. Lunes. Día de la Soberanía Nacional (fecha original: 20/11). Finde de tres días.

Durante la primavera se puede ver a la ballena franca con sus crías cerca de las costas patagónicas de Puerto Madryn y Puerto Pirámides. (FOTO: MARIO RODRIGUEZ).

Diciembre

7. Lunes. Feriado puente con fines turísticos

8. Martes. Inmaculada Concepción de María. Finde de cuatro días.

25. Viernes. Navidad. Para quienes puedan tomarse el jueves 24, será un finde de cuatro días.

Te damos algunos tips y consejos para que tengas en cuenta antes de salir a la ruta con tu auto.

– Todos los integrantes del vehículo tienen que llevar puesto su cinturón de seguridad. Los niños deben viajar siempre en las plazas traseras y, según su edad, con las sillitas correspondientes.

– Es imprescindible para la seguridad respetar las velocidades máximas indicadas en la vía, aunque parezca una obviedad.

– Es muy importante parar a descansar cada 2 horas o 200 kilómetros recorridos (las paradas que deben ser de al menos 15 minutos) y conducir como máximo 8 horas.

Los niños deben viajar siempre en las plazas traseras y en las sillitas correspondientes. (Foto: MELPOMEN/123RF)

– No hay que perder la paciencia si la ruta se encuentra congestionada. Mantener la ubicación en el carril, no realizar sobrepasos y no utilizar la banquina como vía de tránsito. Por otra parte, se recomienda usar ropa holgada y cómoda.  

– Una vez en el camino, en caso de tener algún desperfecto, parar lo más lejano a la ruta posible (si es factible, en lugares destinados para detenerse) y colocar las balizas a 75 metros del vehículo en cada sentido de la ruta. Si es una autovía, colocar la primera a 75 metros del vehículo y la segunda baliza a 150 metros. En zonas montañosas y de bajas temperaturas, particularmente en las primeras horas de la mañana, se debe prestar especial atención a las sombras que se reflejan sobre el pavimento dado que suelen formarse capas de hielo o escarcha.

Chequeo mecánico previo

Fluidos: verificá el motor. Comprobá y sustituí, si es necesario, el nivel de los fluidos. Colocá líquido refrigerante al agua del radiador y completa el nivel del limpia-lavaparabrisas. También chequeá la cantidad de kilómetros del aceite del motor. Recordá que el líquido hidráulico, al igual que el de frenos, deben estar en el nivel máximo.

Filtros: seguí el plan de mantenimiento recomendado por el fabricante del vehículo. Tené en cuenta que cada vez que reemplaces el aceite del motor, también debes sustituir su filtro.

Neumáticos: son fundamentales en la movilidad y seguridad del vehículo y sus ocupantes, ya que son el punto de contacto con el suelo. Por esta razón, comprobá si el dibujo presenta la profundidad suficiente (1,6 mm es lo mínimo exigido por la Ley) para que tenga la adherencia necesaria en diferentes superficies. Además, no te olvides de revisar el estado de la rueda de auxilio.

Mecánica: chequeá el estado de la suspensión, sus anclajes, los amortiguadores, el sistema de frenos y las pastillas de freno. En cuanto a la iluminación, examiná el correcto funcionamiento de las luces altas, bajas, direccionales, de posición y la baliza.

Uno de los chequeos previos al viaje es el nivel y la cantidad de kilómetros del aceite del motor. (Foto: EEVL/123RF).

Alineación y balanceo: importantísimo para una conducción segura, ya que evita vicios y desgastes prematuros.

Escobillas: deben estar en perfecto estado ya que son vitales para obtener una óptima visibilidad los días de lluvia.

Documentación para circular

Registro de conducir vigente al momento del control.

– Documento Nacional de Identidad o Cédula de Identidad.

– Cédula verde del auto.

– Cédula azul si conduce un vehículo que no es de su propiedad y la cédula verde se encuentra vencida.

– Seguro del vehículo.

– Última patente paga.

– Verificación Técnica Vehicular o revisión técnica si el vehículo está radicado en una jurisdicción que lo exija.

– Cédula amarilla en caso de vehículos equipados con GNC.

– Juego de dos balizas reflectivas triangulares de color rojo.

– Extintor de un kilogramo para los automóviles. Debe estar al alcance del conductor dentro del habitáculo y sujeto a un soporte metálico. Su contenido debe ser recargado una vez por año.

Opcionales (no exigidos por la Ley Nacional de Tránsito)

– Botiquín de primeros auxilios.

– Chaleco amarillo reflectivo.

FUENTE CESVI ARGENTINA.

Entre Los Andes y el Pacífico, dunas, volcanes, salares, lagunas, minas, flora y fauna confluyen en el punto más seco del planeta.

Para conocer el lugar más árido de la tierra, invitados por el Sernatur -Servicio Nacional de Turismo de Chile- nos instalamos en Copiapó, previa escala en Santiago.

Rumbo al norte, después de cruzar en el camino minas de cobre, oro, hierro y otros minerales –explotadas por megaempresas o por pequeños emprendimientos familiares–, llegamos a la zona de dunas.

Antes de entrar a “jeepear” en el gigantesco “arenero” de 300 kilómetros cuadrados, hay que desinflar los neumáticos para facilitar la tracción. “Siempre hay que ir con dos 4×4, por lo menos” ilustra el conductor/guía y se explaya con naturalidad: “quedarse enterrado en la arena es muy común, así que es bueno tener otro vehículo para sacarte”.

El piloto sabe navegar en estas inmensas montañas móviles, adivina los caminos que no se ven y trepa y baja pendientes imposibles mientras abajo, el piso se desplaza permanentemente. Es una experiencia muy divertida, pienso, mientras me agarro fuerte al pasamanos.

En una de las paradas me separé del grupo para sacar unas fotos de lejos, confieso que no dejaba de mirarlos ya que no existen puntos de referencia y las ondulantes dunas desorientan muy rápido. Hubo atascos, rescates, risas y buen vino chileno a la sombra de un gacebo al pie de una inmensa duna de 500 metros de altura.

El número once

Nos ponemos serios y vamos camino a la mina San José, donde 33 mineros quedaron atrapados durante 70 días. Jorge Galleguillos, el minero número once en ser rescatado, nos recibe en el centro de interpretación. Se presenta, señala los hitos marcados en el predio y los enumera y detalla como el guía más avezado (“el punto dos es la entrada a la mina, el tres es el punto del rescate”, y así).

Le sigue su relato personal de la experiencia, la relación con sus “compadres” antes y después del rescate y una broma sobre la película de Banderas, a la que califica de mala. Responde nuestras preguntas y nos muestra sus tesoros: las cartas de sus seres queridos, enrolladas en un tubito, tal como le llegaban. “Nos vemos en la superficie”, alcancé a leer. Se saca el sombrero y se suma a la foto grupal de despedida.

El recorrido nos lleva entonces a la zona costera, cuyas playas pueden verse desde la ruta que corre paralela a la costa. La elegida en la zona, Bahía Inglesa, tiene arena blanca, agua turquesa y la infraestructura necesaria, y es uno de los balnearios más frecuentados a la hora de vacacionar en el norte de Chile.

Los seis miles

Muy temprano empieza la excursión que nos lleva hacia el este en busca de las montañas más altas del país, todas por encima de los seis mil metros. Para afrontar el posible malestar en altura, Carlos, nuestro guía, nos recomienda desayuno liviano y mucha agua de a sorbitos durante el trayecto.

A los pocos kilómetros de recorrido quedamos envueltos en la densa camanchaca (ver aparte), muy común durante las mañanas. El ascenso es suave y no parece que vayamos subiendo –mención aparte para las rutas de la zona: de asfalto o de tierra, son impecables–. La primera parada es en las ruinas de Puquios, un floreciente pueblo minero que durante el siglo XIX llegó a tener 5.000 habitantes y ferrocarril. Abandonado en los años ’30 por la caída de la minería, hoy sólo quedan en pie gruesas paredes de adobe y mucha historia entre montañas de colores.

Sobre los 1.800 msnm, La Puerta es un verdadero oasis con abundante vegetación y arroyos que distribuyen mansamente el agua en la zona. Ideal para aclimatarse y comer algo a la sombra de los pimientos. Después, los árboles desaparecen por completo.

El camino sigue su ascenso por el desierto; sólo nos cruzamos con Don Juan y sus más de 50 cabras. El lugareño nos señala el lugar adonde las lleva a pastar pero, francamente, sólo vemos tierra y piedra. A los 3.000 msnm, la vega Las Juntas es la última parada con agua y vegetación abundante. La subida es más pronunciada hasta el Portezuelo Maricunga, sobre los 4.100 msnm. El lugar es un balcón panorámico que permite observar el Nevado Tres Cruces de fondo y, más cerca, el intenso turquesa de la laguna Santa Rosa.  

Ubicada en la depresión de los salares y conocida por su población de flamencos, esta laguna posee aguas de alta salinidad con bofedales y vegetación baja en su costa. Es refugio de numerosas aves y en la zona se pueden ver además guanacos y vicuñas.

En las alturas

Para llegar a la laguna Verde, destino final del itinerario, atravesamos el Salar de Maricunga con el volcán Copiapó de fondo, y reiniciamos el ascenso hasta los 4.300 msnm, donde el camino sigue el trayecto del río Lama.

(Foto: Mario Rodriguez).

Un poco más arriba, el Tres Cruces nos regala una postal única con vicuñas pastando en la base. A esta altura hay que moverse con cuidado y no correr ni pararse de golpe (lo digo por experiencia). Sigue un llano sobre una ruta recta y asfaltada, con nieve en las orillas, y el imponente volcán Ojos del Salado a la vista. Luego de una amplia curva en bajada, el asfalto parece sumergirse en las aguas de la laguna.

Azules, turquesas y verdes se combinan para colorear esta laguna salobre. La sal, entre otros minerales, se acumula en la orilla formando una costra blanca, esculpida por el agua y el viento, que resalta aún más el color del agua. También en la orilla hay pequeñas piletas con aguas termales rodeadas de pilares de piedra que ofrecen reparo a los que se animan al baño.

(Foto: Mario Rodriguez).

Después de las fotos y los videos llega el momento de contemplar, de mirar de verdad. A pesar de nuestra incredulidad, este lugar es real, y no hay mal de altura que pueda cambiar eso.

Lago y anfiteatro de Villa maría, Córdoba, Argentina

Si bien la ciudad del sudeste cordobés es reconocida por su Festival de Peñas, tiene paisajes naturales y una interesante oferta cultural para descubrir.

A casi 150 kilómetros de la capital cordobesa, Villa María es la tercera ciudad más grande de la provincia de Córdoba –después de la capital y Río Cuarto-.

Uno de los mayores atractivos de la ciudad es, sin dudas, la costanera. Se extiende a lo largo de varios kilómetros sobre la margen del río Ctalamochita -o Tercero- y su trazado incluye grandes espacios verdes, playas y un lago. Durante los fines de semana de verano, la zona es el centro de distintas atracciones deportivas y culturales y, además, el principal punto de encuentro.

Temprano en la mañana, ciclistas y caminantes se cruzan en los senderos arbolados de la costa del río o en las anchas veredas con sendas bien demarcadas para cada uno. Los pescadores se ubican cerca de las compuertas que generan el lago, mientras que algunas familias se apuran por conseguir los asadores con las mejores sombras. A media mañana, las reposeras y los mates convergen en las playas de arena fina, mientras que en las distintas canchas deportivas comienza el movimiento. El humo de los asados marca el mediodía y la actividad se concentra en torno a las mesas. Por la tarde continúan los chapuzones hasta el anochecer, y en el lago, los kayaks y los veleros van y vienen hasta el puente Perón que comienza a iluminarse y el imponente anfiteatro se tiñe de naranja marcando el final de la jornada en el agua.

El puente Juan Domingo Perón, sobre el río Ctalamochita, une Villa María con su vecina, Villa Nueva. (Foto: Mario Rodriguez).

Cultura presente

En el plano cultural, la ciudad tiene varios museos locales de variada temática. Uno de los más visitados es el Museo Ramos Generales Ramos en donde se representan distintos escenarios llenos de objetos de uso cotidiano de principios del siglo pasado, como el bazar, el garaje, la herrería, la barbería y la farmacia, entre otros. Un imperdible viaje en el tiempo.

Otra opción es la Casa Museo Amadeo Sabattini, antigua vivienda de quien fuera gobernador de la provincia. El Museo de Bellas Artes Fernando Bonfiglioli exhibe su colección de pinturas, grabados y esculturas y, con su reconocido festival, no podía faltar el Museo del Anfi, en donde se muestra el crecimiento del evento a lo largo de los años y se exponen además, instrumentos, objetos, fotos, vestimentas y dedicatorias de artistas que pasaron por el anfiteatro Centenario.

Festival de Festivales

El Festival Internacional de Peñas de Villa María, inicialmente dedicado a la música folclórica, con el tiempo fue incluyendo otros géneros populares, como tango, pop latino, rock, blues, cuarteto y cumbia. Se realiza todos los años, durante 5 días, en la primera quincena de febrero.

En la zona del anfiteatro, durante el festival, la costanera congrega a gran cantidad de gente en torno a las peñas que ofrecen espectáculos artísticos y platos tradicionales.

De norte a sur de nuestro país, te mostramos cinco parques con misiones y atractivos de lo más variado.

1- Parque Nacional Iguazú

Situado en la provincia de Misiones, a 17 kilómetros de Puerto Iguazú, es uno de los más famosos parques nacionales de Argentina. Con 67 mil hectáreas destinadas a la preservación de la naturaleza, alberga a las majestuosas Cataratas del Iguazú.

En el parque, reconocido como una de las Siete Maravillas Naturales del Mundo y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se encuentra la famosa Garganta del Diablo, un abismo en forma de “U” que con sus más de 80 metros de altura, es el salto más grande de las cataratas.

(Foto: Mario Rodriguez).

2- Parque Nacional Talampaya

Ubicado a 55 kilómetros de Villa Unión, en la provincia de La Rioja, ocupa 215 mil hectáreas con importantes yacimientos arqueológicos y paleontológicos.

El parque, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, ofrece impactantes paisajes rojizos con farallones de hasta 150 metros de altura. El recorrido principal incluye, entre otros atractivos, a La Chimenea y la Catedral Gótica. Aunque, las principales atracciones del parque son las geoformas llamadas El Monje, El Tótem y La Torre. Se trata de extrañas formaciones rocosas con más de 40 metros de altura que fueron modeladas por distintos procesos erosivos a lo largo de millones de años.  

(Foto: Mario Rodriguez).

3- Parque Nacional San Guillermo

Creado en 1998 para conservar el hábitat de la mayor concentración de camélidos –guanacos y vicuñas- de la Argentina, se ubica a 130 kilómetros de la localidad de Rodeo en el norte de la provincia de San Juan. Con una superficie de 166 mil hectáreas, es el Parque Nacional de más difícil acceso y de condiciones ambientales más extremas en todo el país.

Se trata de un lugar ubicado a gran altura y existen restricciones por la salud y seguridad de las personas. El tránsito es de suma dificultad, solo habilitado para vehículos 4 x 4.

(Foto: Mario Rodriguez).

4- Parque Nacional Los Alerces

Ubicado en el sur del país, a 38 kilómetros de Esquel, en el oeste de la provincia de Chubut. Considerado como uno de los más hermosos parques nacionales de Argentina, abarca más de 260 mil hectáreas con grandes extensiones de bosques andino patagónicos, montañas nevadas, lagos y ríos. Para recorrerlo, el parque dispone de numerosos senderos de trekking con caminos de variada dificultad.

Uno de los mayores atractivos del lugar, son los bosques milenarios de alerces, con ejemplares que alcanzan los 2.600 años de existencia, 75 metros de altura y 3,5 metros de diámetro.

(Foto: Mario Rodriguez).

5- Parque Nacional Los Glaciares

Situado a 80 kilómetros de la ciudad de El Calafate, en la provincia de Santa, fue creado para preservar la extensa área de hielos continentales. Ocupa más de 720 mil hectáreas con montañas, bosques, glaciares, grandes lagos de origen glaciar y una extensa porción de la Cordillera de los Andes, cubierta de nieve.

También declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, su atractivo excluyente es el glaciar Perito Moreno, una inmensa masa de hielo con cinco kilómetros de ancho y 60 metros de altura. Famoso por su inusual fenómeno de rompimiento sobre las aguas del Lago Argentino.

(Foto: Mario Rodriguez).
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