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Mario Rodriguez

El litoral chileno, bañado por océano Pacífico, ofrece playas espectaculares de norte a sur. Te mostramos algunas.

Playa Anakena

Anakena es la principal playa de la Isla de Pascua, ubicada a 18 kilómetros de Hanga Roa, capital y único centro urbano de la isla. Tiene todo lo que tiene que tener una playa paradisíaca, arena blanca y fina, aguas tranquilas color turquesa y, por supuesto palmeras cocoteras (traidas de Tahití para más datos).

Cuna de la historia y la cultura de Rapa Nui –nombre nativo de la Isla. A unos 150 metros hacia el interior se encuentra el Ahu Nau Nau, la plataforma ceremonial con una serie de siete moáis, uno de los conjuntos mejor conservados de la isla.

Eclipsado por el Nau Nau, muy cerca se encuentra el Ahu Ature Huki compuesto por un moai que tiene la particularidad de ser la primera estatua restaurada y puesta en pie en 1955.

Anakena en la Isla de Pascuas. (Foto: Alberto Loyo/123RF).

Reñaca

Ubicada al norte de Viña del Mar, la playa de Reñaca es una de las más concurridas del litoral chileno. Además de la amplitud del balneario y la posibilidad de practicar deportes acuáticos como surf y el bodyboard, el barrio que rodea la playa con sus edificios escalonados en las laderas de los cerros, es uno de los más exclusivos dentro del Área Metropolitana de Valparaíso, con gran cantidad de pubs, restaurantes y noches agitadas.

Cavancha

Playa Cavancha se encuentra en pleno centro de Iquique, en la Región de Tarapacá, al norte del país. Al estar protegida del viento, ofrece unas aguas tranquilas ideales para bañarse durante todo el año. En el extremo norte las olas son más grandes lo que permite la práctica de deportes náuticos como el surf, windsurfbodyboard y esquí acuático, entre otros.

Fuera del agua, en medio de una moderna arquitectura residencial, la avenida que recorre la costa está repleta de locales comerciales, bares, restaurantes y alojamiento para todos los gustos y bolsillos. Además, por ser zona franca, es un lugar ideal para hacer compras. 

Cavancha, una de las populares del norte. (Foto: Alberto Loyo/123RF).

Isla Damas

Con una superficie de solo 60 hectáreas, Isla Damas es una de las tres islas que forman parte de la reserva nacional Pingüino de Humboldt en la región de Coquimbo. Debe su nombre a una curiosa formación rocosa que se asemeja al perfil de una mujer, visible desde el muelle de Punta de Choros.

Por estar regulado por la CONAF (Corporación Nacional Forestal) está prohibido bañarse -pero sí, mojarse los pies- y acampar en la isla con el fin de preservar su fauna y flora.

Existen un camino que rodea la isla y otro camino más corto que lleva a un mirador, de unos 1800 metros dividido en estaciones con información sobre la flora y fauna en español y en inglés.

Su nombre se debe a una curiosa formación rocosa que se asemeja al perfil de una mujer . (Foto: Jesse Kraft/123RF).

Bahía Inglesa

Ubicada en la costa del Desierto de Atacama, Bahía Inglesa, con sus arenas blancas, sus aguas turquesas y la infraestructura necesaria, es uno de los balnearios más concurridos en el norte de Chile. La playa La Piscina, una de las más elegidas, es una caleta protegida por formaciones rocosas que encierran aguas transparentes y calmas. Del lado sur, la costa es más ventosa por lo que sus playas, Las Machas y Bahía Cisne, son muy populares entre los amantes de los deportes acuáticos.

En la costa del Desierto de Atacama se encuentra esta bella playa. (Foto: Erlantz Perez Rodriguez/123RF).
Mina Clavero Córdoba, Argentina

Desde Mina Clavero, hicimos un par de salidas, a las montañas y a un balneario en Nono. El resto del tiempo, descanso, mates, atardeceres y de noche, centro.

Viajar por Córdoba desde la capital provincial y atravesar las altas cumbres puede llevar un par de horas o muchas más, el paisaje merece hacer muchas paradas para disfrutarlo. Una vez en Mina Clavero nos alojamos en un complejo de cabañas en una zona muy tranquila al oeste de la ciudad -calle Merlo, al fondo-. En la zona, el curso del río Los Sauces –fruto de la unión de El Panaholma y el Mina Clavero-  ofrece anchísimas playas con muy poca concurrencia de gente. Para los caminantes, sobre la costa hay un sendero en donde se pueden recorrer algunos kilómetros. Imperdible: los atardeceres ofrecen momento de relajación y tranquilidad absoluta, solo interrumpida por el chopotear de los caballos de alquiler al cruzar el río o, el lejano muuuuuu de una vaca.

Volcanes, túneles y diente libre

Desde Mina Clavero hasta los Túneles de Taninga hay 83 kilómetros de ruta asfaltada. Son 50 kilómetros por la RP15 hasta Taninga, allí hay que desviar a la izquierda y tomar la RP28. El oeste cordobés es una zona poco recorrida pero, incluso durante el trayecto, los conos de los volcanes inactivos que sobresalen de la pampa, las típicas palmeras caranday y los jotes y cóndores que planean en el cielo, son un atractivo en si mismo.

El camino a Los Túneles permite una vista panorámica del valle de traslasierra y los llanos riojanos. (Foto: MARIO RODRIGUEZ).

Construidos en 1930 en las Sierras de Pocho, los cinco túneles se ubican en un tramo de la vieja ruta 28, paralela a la profunda Quebrada de la Mermela. Al valor histórico, de la monumental obra de ingeniería vial, se le suma el turístico, con interminables vistas del valle de Traslasierra y los llanos riojanos. El asfalto llega hasta el final del primer túnel, luego, el camino de tierra no ofrece dificultad y vale la pena recorrerlo y disfrutar el paisaje desde los miradores.

Es muy importante calcular los horarios. Después de recorrer los puentes, dedicar unos minutos de contemplación al entorno infinito y fotear de lo lindo, hay que estar libre al mediodía, desandar los 11 kilómetros por la RP28 hasta la Comuna de Las Palmas, y almorzar en el comedor Las Águilas. El diente libre de cabrito, ensalada y papas fritas -por $600- vale la pena y es un excelente cierre del paseo.

Los Túneles, construidos en 1930 para conectar Córdoba y La Rioja, son una monumental obra de la ingeniería vial. (Foto: MARIO RODRIGUEZ).

La noche de traslasierra

Mina Clavero tiene gran cantidad de alternativas para pasarla bien, casino, teatro, museos, espectáculos callejeros, artesanías y un largo etcétera. Frente a la plaza San Martín, gran cantidad de gente se concentra alrededor del payaso que ofrece un divertido espectáculo a la gorra. Detrás de esa muchedumbre, está La Mamita, el restaurante que recomendamos para llenarse bien sin gastar de más –y no tenemos auspicio-.

Para la otra opción nocturna hay que cruzar el puente. Cura Brochero es un imán para los turistas, no solo los interesados en el santo cura, en su plaza, rodeada de bares y restaurantes –muy bien el restaurante Mi Familia, que tampoco auspicia-, los puestos de artesanos y los espectáculos musicales con pista de baile incluida. Si la noche se hace larga y estás cansado/a, te alquilan sillas por $20.

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Vamos al agua

A cinco kilómetros del centro Nono -que se encuentra a nueve de Mina Clavero- por un más que aceptable camino de tierra, llegamos al balneario Paso de las Tropas. El vado que cruza el río Chico, forma una cascada que ofrece gratuitamente masajes para aliviar tensiones. Del otro lado, el cauce del río, en su empeño por atravesar las tortuosas formaciones rocosas, crean playitas, ollas y más cascadas. También, las grandes moles de piedra forman angostos pasillos que sirven –no sin riesgo- para las acrobacias. Si bien el lugar concentra gran cantidad de gente, el ambiente es tranquilo. Estacionar el auto todo el día, en alguna de las playas/paradores sale unos $250.

Visitamos junto a Walter Chetoba uno de los humedales de agua dulce más importantes del mundo, un mundo semisumergido donde es difícil distinguir entre lo que flota y lo que no.

Es de noche cuando entramos a Colonia Carlos Pellegrini. No fue un ingreso silencioso, el viejo puente madera ofrece un resonante “clap, clap, clap” en todo su recorrido que delata a todo el que entra o sale.

En Ñandé Retá Lodge nos reciben con café recién hecho y alfajores de maicena. La pizarra anuncia un tentador menú para la cena, pero, quedará para después de la salida nocturna a los esteros del Iberá.

Dos imperdibles de los Esteros del Iberá, los paseos en lancha y los atardeceres. (Foto: Mario Rodriguez)

“Iberá es una palabra guaraní que significa aguas brillantes” comenta Darío, nuestro guía y piloto. Después de equiparnos con salvavidas y linternas, la lancha avanza y el agua refleja muchas más estrellas de las que estamos acostumbrados. De pronto el motor se apaga y el silencio y la oscuridad son absolutos. La linterna de Darío hace brillar los ojos de un yacaré negro, que ni se inmuta cuando la embarcación le pasa muy cerca. Un poco más lejos, una pareja de chajás es iluminada, milagrosamente guardan silencio mientras el yacaré agita su cola y desaparece.

El recorrido continúa por uno de los tantos canales hasta acercarnos a la costa que parece abrirse a nuestro paso. Las linternas buscan, pero no logramos distinguir nada entre la vegetación flotante. “Miren bien”, aconseja Darío y, como si estuvieran amaestradas, las pequeñas crías de yacaré comienzan a moverse para que podamos verlas.

El puente de ingreso a Colonia Carlos Pellegrini delata a quien entra o sale de la localidad. (Foto: Mario Rodriguez)

Naturaleza en tierra firme

Martín, guía de día y bandoneonista de noche, nos conduce por la mañana hasta el sendero Carayá para observar a los monos carayá o aulladores. El camino es un didáctico recorrido con carteles que identifican las distintas especies vegetales y animales que habitan la zona. La vegetación, en algunos sectores, es tan tupida que el día se hace noche y, arriba, en las copas altas de los árboles, los potentes aullidos del macho dominante erizan la piel.

Las largas pasarelas permiten penetrar en el quieto paisaje semisumergido de los esteros. (Foto: Mario Rodriguez)

Con protector solar iniciamos el recorrido costero de la laguna Iberá. Las largas pasarelas se elevan sobre el paisaje quieto que ofrece un desafío visual permanente. La maraña de plantas semisumergidas y la tierra que el viento arrastra, tejen islotes llamados embalsados. La cabeza de un carpincho –el roedor más grande del mundo– emerge entre lo que asemejaba ser un prado sólido, un ciervo de los pantanos parece flotar sobre la vegetación y más allá, una garza mora aterriza en el agua sin hundirse. 

Canales

Los paseos diurnos en lancha circulan por los arroyos Miriñay y Corrientes. Las tranquilas aguas ofrecen un circuito relajante y la vista no encuentra ningún obstáculo más allá de la vegetación baja que flota. Numerosos canales invitan a recorrerlos, pero queda la sensación de lo fácil que sería perderse en este mundo de referencias cambiantes.

Para completar el avistaje, un ciervo de los pantanos se alimenta sumergido en los pastizales de los embalsados, una mamá carpincho se aleja con sus cachorros y, en la superficie, garzas y numerosas aves hacen pie. Los chajás denuncian nuestra presencia con su clásico grito, un hocó colorado desenvuelve su largo cuello y atrapa una anguila y, al pasar por debajo del viejo puente rumbo al Miriñay, un grupo de niños se zambulle entre risas a pesar de que está prohibido. Las columnas de alta tensión son el refugio nocturno para cientos de biguás que se reúnen para dormir. Es impagable el regreso, con el sol de frente que desaparece en el horizonte y tiñe todo de rojo, y el spray de agua que moja la cara en cada curva.

Fauna autóctona

En Camba Trapo, ubicado 12 kilómetros de Carlos Pellegrini, el paisaje cambia. Si bien el agua es la protagonista, ahora son las palmeras caranday las que ocupan los terrenos inundados. Una caminata nos permite observar la vida natural de la zona, que ahora suma a las vacas y los caballos de las grandes estancias que allí se encuentran.    

En Camba Trapo, las vacas, los caballos y las palmeras caranday se suman al paisaje correntino. (Foto: Mario Rodriguez)

La ciudad chubutense encabeza los Traveller Review Awards 2020, que elige a los destinos más amigables y hospitalarios, elaborado por la plataforma de búsqueda de viajes, Booking.com.

El Parque Nacional Los Alerces, el famoso tren patagónico La Trochita y el centro invernal La Hoya son algunos de sus atractivos más conocidos de Esquel, Trevelin y localidades vecinas en la provincia de Chubut, pero, como hay mucho más, te contamos lo que conocimos el último otoño para que agendes.

Naturaleza sustentable

Desde Esquel visitamos la reserva de montaña Huemules, el camino poblado por la baja vegetación de la estepa patagónica a medida que ascendemos se suman los ñires, y más arriba, las coloridas lengas del bosque andino.

Después de almorzar entre árboles y arroyos, iniciamos un trekking por el lugar, el recorrido atraviesa bosques, montañas nevadas y lagunas congeladas. Té con jengibre y otras “yerbas” en el punto más alto antes de pegar la vuelta.

Con la preservación de la naturaleza y la sustentabilidad como objetivo, Huemules ofrece alojamiento en domos geodésicos, más fuertes para resistir el clima patagónico, de menor impacto ambiental y con las comodidades de un cinco estrellas.

La caminata por la reserva Huemules incluye montañas nevadas y lagunas congeladas. (Foto: MARIO RODRIGUEZ).

Un lugar para perderse

“El laberinto es una metáfora de la vida: representa la búsqueda de cada uno” nos cuentan Doris y Claudio, propietarios del Laberinto Patagonia que cuenta además, con una casa de té. Ubicado en el valle del río Epuyén, cerca de la localidad El Hoyo, se trata del laberinto más grande de Sudamérica con 8.000 metros cuadrados y más de dos kilómetros de senderos por recorrer. Tiene nueve puertas que, activadas alternativamente, pueden cambiar el recorrido de manera que cada visita es una experiencia única.

El Laberinto Patagonia se ubica en un entorno de ensueño en el valle del río Epuyén. (Foto: MARIO RODRIGUEZ).

Refugio de paz

Los ventanales de la cabaña Maitén dejan ver el calmo río Futaleufú. La Estancia La Paz tiene una cuidada forestación y sus senderos por tramos se tornan oscuros por la sombra de los árboles. El predio tiene 3.000 hectáreas dedicadas a la agricultura y la ganadería, que también se aprovechan para cabalgatas, mountain bike, trekking y pesca con mosca.

Después de largas jornadas dedicadas a la actividad física, es el turno de la piscina climatizada, los saunas seco y húmedo, los jacuzzis y la ducha escocesa. El golpe final, costillar a la llama y las historias de la familia Massardi, propietaria del lugar.

Los reflejos de las montañas en el calmo río Futaleufú justifican el nombre de Estancia La Paz. (Foto: MARIO RODRIGUEZ).

Parque patrimonio mundial

Desde Trevelin ingresamos a la Portada Centro del Parque Nacional Los Alerces, Patrimonio Natural de la Humanidad. Visitamos un alero con pinturas rupestres de antiguas poblaciones que habitaban la zona. A pocos kilómetros, una importante cascada se esconde entre la abundante vegetación. El camino nos lleva ahora hasta Puerto Limonao, sobre el lago Futalaufquen, desde donde parten las excursiones lacustres en el parque.

Muy cerca llegamos a la antigua Hostería Futalaufquen, construida por el arquitecto Alejandro Bustillo. Sombre la costa hay matas de rosa mosqueta, zarzamoras, hongos rojos con pintitas blancas y arrayanes.

Después de algunos kilómetros cruzamos la famosa pasarela sobre el río Arrayanes. Iniciamos la caminata al borde del río Menéndez, con aguas color esmeralda. Intentamos abrazar un inmenso coihue pero no nos dan los brazos. Cruzamos el bosque hasta el puerto Chucao, sobre el lago Menéndez, desde donde parten las embarcaciones hacia el alerzal milenario. Allí se encuentran el alerce abuelo y otros ejemplares de más de 2.000 años.

El regreso lo hacemos por la costa del lago Verde. Maitenes, cipreses, radales, ñires y lengas, entre otras especies, colorean el paisaje otoñal.

El resto del ranking

La lista de Booking.com se completa con El Chaltén y El Calafate de Santa Cruz, Cafayate en Salta, San José de Entre Ríos, Sierras de la Ventana y Chascomús de Buenos Aires, Villa La Angostura en Neuquén, Colón de Entre Ríos y Chacras de Coria en Mendoza.

En medio de una reserva natural, el resort Grand Palladium ofrece todo lo imaginable para disfrutar de unas vacaciones “todo incluido”.

Imbassaí era un pequeño pueblo de pescadores y agricultores. Sigue siendo pequeño –no más de 1.000 habitantes–, pero ahora, su actividad principal es el turismo. La inauguración de la ruta Linha Verde, que arranca en Praia do Forte, y la autorización del Gobierno brasileño a instalar el resort Grand Palladium dentro de la Reserva Imbassaí hicieron posible la transformación del lugar y de su gente. El lugar, a pesar de estar a solo una hora en auto -87 kilómetros- de Salvador, capital del estado de Bahía, conserva el encanto y la calma propia de los pequeños pueblos.

Ubicada entre Costa do Sauipe al norte y Praia do Forte al sur, Imbassaí tiene nueve kilómetros de anchas playas que garantizan tranquilidad y un mar cálido con oleaje óptimo para la práctica de deportes náuticos. En la arena –el ancho llega en algunos sectores a los cien metros- las cabalgatas son una de las actividades más elegidas. Los recorridos ofrecen una gran variedad de caminos que atraviesan enormes dunas, pantanos, lagunas y ríos, siempre rodeados de bastas zonas de vegetación y biodiversidad.

En invierno, en la zona, es posible avistar ballenas desde la costa.

El resort

El Grand Palladium Imbassaí Resort & Spa es complejo de villas, con tres restaurantes a la carta de comida brasileña, mediterránea y japonesa. Dos restaurantes bufetes. Once bares con la bebida del águila en todos. Cuatro piscinas y un parque acuático. Spa de vanguardia y un amplio programa de deportes. En fin, lo imaginable para poder hacer de todo y, también, nada.

Alojado en una de las villas del resort, los primeros días tengo que guiarme por los carteles para no perderme. Para llegar a la playa, distante a unos 600 metros, hay dos opciones: el “modo fiaca” incluye el transporte desde el hotel y el “modo activo”, una caminata por una pasarela elevada sobre la mata atlántica. Durante el corto trayecto se pueden observar iguanas, pájaros multicolores, monos tití y algún que otro turista practicando stand up paddle en el río Imbassaí. El último escollo es un pequeño morro de arena poblado de palmeras.

El Grand Palladium Imbassaí Resort & Spa ofrece todo lo imaginable para disfrutar de un destino, con el sistema “todo incluido”. (Foto: Grand Palladium Imbassaí) .

La playa cuenta con bares, restaurante y todo lo necesario para disfrutar del mar. Por la noche, hay luces bajas para no molestar a las tortugas marinas que anidan en la zona, una de las prácticas sostenibles comprometidas del hotel.

Piletas naturales y tortugas

10 kilómetros al sur de Imbassaí se encuentra Praia do Forte. Su calle principal, Alameda do Sol, es un adoquinado paseo peatonal lleno de pequeños restaurantes y coquetas boutiques que desemboca en la iglesia de San Francisco y en una pequeña bahía poblada por botes de diferentes calados pero igual de coloridos.

Para disfrutar del agua hay dos opciones: las playas de arena que dan al mar abierto y las piletas naturales que se forman en la zona de arrecifes durante la marea baja.

Praia Do Forte tiene un mar abierto con olas y las piletas naturales que se forman durante la marea baja. (Foto: MARIO RODRIGUEZ).

Un paseo ideal en plan familiar es visitar el proyecto Tamar. Se trata de un santuario dedicado a la protección de las tortugas marinas y otras especies acuáticas comotiburones y rayas. Con clara visión ecológica y social, esta ONG integra a la comunidad local. “Los mismos pescadores que juntaban huevos de tortuga para comerlos hoy trabajan protegiendo sus nidos”, comenta el guía.

Un día en la Capi

Favelas, morros selváticos y barrios tradicionales ocupan Salvador, la capital del estado de Bahía, poblada por 3 millones de habitantes. En sus plazas y en las calles del casco antiguo se concentran bailarines de capoeira, vendedores ambulantes, estudiantes y turistas formando un conglomerado de lo más heterogéneo. De las puertas coloridas de las casas coloniales se asoman las mujeres con sus trajes típicos, prestas para la selfie a cambio de algún real.

La Iglesia de Nuestro Señor de Bonfim es el templo católico en el que se distribuyen las famosas Fitinhas de Bonfim, souvenir y amuleto típico de la ciudad. Estas cintitas se atan en la reja que rodea el edifico (o en la muñeca a manera de pulsera) con tres nudos, uno por cada deseo que, dicen, se cumplen cuando la cinta se desgasta y se corta sola.

En el casco histórico, es imperdible el barrio Pelourinho. Su bien preservada arquitectura colonial barroca portuguesa forma parte del Patrimonio Histórico de la Unesco. Su nombre viene de “picota” en castellano, ya que había una en el medio de la plaza principal para el castigo de los esclavos.

El barrio de Pelourinho, ubicado en el casco histórico de Salvador, es una visita obligada. (Foto: MARIO RODRIGUEZ).

El elevador Lacerda, con 72 metros de altura, conecta la Ciudad Alta con la Ciudad Baja. La parte alta es un punto panorámico desde donde se puede ver la bahía de Todos los Santos y el Mercado Modelo.

Otro lugar que merece la visita es el fuerte del Monte Serrat. Sus torres ofrecen historia y vistas únicas de la ciudad y la playa del Buen Viaje.

Cuando el día termina

Del ritmo frenético de la gran capital a los tranquilos senderos del hotel. La convocatoria es para ver la puesta del sol. De espalda al mar se disponen camas, hamacas paraguayas y columpios, y se distribuyen cartas de tragos. El sol se pone sobre la selva y todo se tiñe lentamente de naranja. Otro día termina en lo que, supongo, se debe parecer al paraíso.

A más de 4.000 msnm la Reserva Provincial laguna Brava, es un paraíso oculto en la cordillera riojana.

La laguna, de 17 kilómetros de largo, tiene aguas azules y turquesas con playas de grava y sal. Rodeada de volcanes con sus cumbres nevadas y cientos de flamencos, con sus picos hundidos en el agua salobre en busca de alimento, que no se inmutan con nuestra presencia. Es el principal atractivo de la reserva provincial que ocupa 405.000 hectáreas, creada en los 80, para preservar las comunidades de guanacos y vicuñas. El lugar, también fue declarado Sitio Ramsar, título que se les otorga a algunos lugares, de importancia internacional, para resguardar la vida de sus ecosistemas.

La Reserva Provincial Laguna Brava se creó para preservar las comunidades de guanacos y vicuñas. (Foto: MARIO RODRIGUEZ).

Pero para llegar hasta acá, el día empezó muy temprano, con desayuno liviano, por el apuro y por la altura a la que llegaríamos unas horas más tarde.

Atravesamos la localidad de Vinchina y su monumento al arriero cordillerano. Continuamos en ascenso por la Quebrada de la Troya, en donde el camino copia el cauce del Bermejo entre formaciones montañosas rojas y coirones amarillos. El recorrido ofrece dos rarezas al lado de la ruta: La Pirámide, que es un perfecto triángulo enclavado en la montaña y, al frente, el Mirador de la Herradura, en donde el río rodea un gran peñasco en forma de U para seguir el curso paralelo a si mismo.

En la Quebrada de la Troya encontramos dos rarezas como La Pirámide. (Foto: MARIO RODRIGUEZ).

En Alto Jagüé, la última población antes de la reserva. Las casas de adobe se construyeron sobre las márgenes del cauce socavado de un río seco -que a su vez es la calle principal- de manera que las construcciones se ubican hasta dos metros por encima de la calzada. Algunas de ellas han recibido intervenciones artísticas, sumando color al barro seco. Además, es la parada gastronómica obligada, antes de emprender el último tramo del viaje. Aquí, las artífices cordilleranas -según Facebook- hacen que el adjetivo “casero” cobre el mayor de los sentidos. Sus empanadas, panes rellenos y tortas fritas, son “la gloria”. Tienen también una farmacia de yuyos andinos para cualquier dolencia.

Las artífices cordilleranas ofrecen sus empanadas, panes rellenos y tortas fritas, evidentemente caseras. (Foto: MARIO RODRIGUEZ).

De nuevo en la ruta, a un costado puede verse una construcción circular de piedra. El Refugio del Peñón está ahí desde 1873. El entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento, hizo construir 14 similares, para los arrieros que llevaban su ganado desde o hacia Copiapó, Chile.

Los refugios de piedra en forma circular eran utilizados por los arrieros que llevaban su ganado desde o hacia Chile. (Foto: MARIO RODRIGUEZ).

El paisaje se modifica a medida que ascendemos, la vegetación prácticamente desaparece y las montañas se redondean –parecen de terciopelo- y se tiñen de verdes, azules, violetas, grises, marrones y naranjas, según el mineral que contengan.

Sobre los 4.350 msnm iniciamos el descenso hacia un gran valle, también desciende la temperatura. De pronto, la laguna se muestra y crece la ansiedad. El viento hace que bajarse del vehículo sea todo un desafío. O sacude fuertemente las puertas o impide que se abran. De todos modos, bajamos y corremos como niños hasta el borde salino.

En este entorno desolado, quieto y, extremadamente silencioso, los únicos que mueven la foto son los flamencos. La temperatura cae y el viento invita a la retirada pero… la laguna es más fuerte.

Dicen que las playas de Las Grutas son las mejores de Argentina, en sus alrededores, hay varias más por descubrir.

El cambiante entorno costero de la región sigue el comportamiento del mar. Las mareas diferencian los paisajes como si se tratase de dos lugares distintos. Incluso tienen influencia directa con uno de los atractivos de la zona: la temperatura del agua. Durante la bajamar, el sol calienta el lecho marino, el calor acumulado se transfiere a la masa de agua que ingresa durante las horas de pleamar, provocando que sean más cálidas que en otras playas de la costa argentina.

Las Grutas

Para acceder a las playas de esta ciudad hay que bajar escaleras o rampas denominadas bajadas numeradas del cero al siete. Las famosas grutas, que le dan nombre al lugar, están en la bajada uno, la más céntrica y concurrida. Incluye música constante y por la tarde, multitudinarias clases de zumba. De la bajada tres parten las excursiones en gomones y las clásicas bananas. La cuatro y cinco son ocupadas por los más jóvenes. La seis y siete para los que buscan alejarse del bullicio y sentarse en la arena con los codos en las rodillas a mirar el atardecer.

La bajada uno, en Las Grutas, para los que no quieren desconectarse del ritmo de ciudad. (Foto: Mario Rodriguez).

Piedras Coloradas

Para alejarse de la congestión de sombrillas pero, con paradores y servicios, a poco más de cuatro kilómetros hacia el sur de la ciudad, se encuentra Piedras Coloradas. Este balneario tranquilo y con amplias playas, debe su nombre a las formaciones rocosas de color rojizo que crean un ambiente casi lunar. En la zona también hay médanos en donde es posible practicar sandboard. Se puede llegar a pie por la costa, durante la marea baja, o en auto por un camino en buen estado.

Muy cerca de Las Grutas, Piedras Coloradas, ofrece paradores y servicios lejos del bullicio. (Foto: Mario Rodriguez).

El Buque

Para una desconexión total, la playa El Buque, a ocho kilómetros al sur de Las Grutas, tiene inmensas superficies de arena y muy poca gente para compartirlas. Su nombre se debe a una formación rocosa que queda expuesta durante la bajamar y se asemeja a un buque. Siempre queda agua atrapada entre las rocas, ideal que los más chiquitos chapoteen. Para disfrutar un día al aire libre pero, como no existen paradores ni kioscos en la zona, hay que llevar todo lo necesario.

Sin paradores ni kioscos, El Buque, es lo más parecido a una playa virgen en la zona. (Foto: Mario Rodriguez).

Las Conchillas

A 60 kilómetros de Las Grutas, antes de ingresar a San Antonio Este, la franja costera se tapiza de millones de conchas marinas que generan una interminable playa blanca. Son kilómetros y kilómetros de un paisaje blanco que resalta el turquesa de las aguas del mar. En el lugar se estacionan suntuosos motorhomes y casillas rodantes. Carpas, toldos, sombrillas y todo lo necesario para cubrirse del sol son imprescindibles, la sombra es prácticamente inexistente. Hay paradores con buena gastronomía.

Millones de fragmentos de conchas marinas hacen de la Las Conchillas una playa muy particular. (Foto: Mario Rodriguez).

Punta Perdices

En Punta Perdices el mar ingresa tierra adentro cientos de metros y genera una pequeña bahía –abrigada del viento- de aguas cristalinas y calmas sobre el inmenso colchón de conchillas. Para acceder a “Caleta Falsa”, como también se la conoce, se ingresa por el Puerto San Antonio Este –a 60 kilómetros de Las Grutas- y se avanza por la costa unos dos kilómetros.

Temporadas atrás, este paraíso escondido era visitado solo por lugareños. Su fama crece verano a verano, y las sombrillas, cada vez más cerca entre ellas. Llevar todo lo necesario para pasar el día y mucho protector solar.

Punta Perdices es un paraíso escondido que cada verano convoca a más visitantes. (Foto: Mario Rodriguez).
Llegada al lago Fagnano en la Excursión en vehículos 4x4, Ushuaia

Desde el fin del mundo nos sacudimos de lo lindo recorriendo caminos alternativos para conocer los lagos Fagnano y Escondido.

Arrancamos el día a bordo de la Defender 4×4 que, equipada con pico, pala y motosierra, prometía “movidas” experiencias de viaje. Durante el recorrido por la Ruta Nacional 3, nos acompaña el río Olivia, donde se rodaron algunas escenas de El renacido. Después de recorrer 60 kilómetros, llegamos al mirador del Paso Garibaldi, a 450 msnm, desde donde observar los lagos Escondido (cuando está despejado) y Fagnano. Durante el tiempo que estuvimos foteando semejante panorama, el caprichoso clima fueguino nos regaló una fugaz nevada, seguida de una llovizna hasta despejarse con el sol a pleno. El lugar es el punto más alto del cruce de la cordillera, de manera que iniciamos el descenso hasta llegar a los aserraderos en donde abandonamos el asfalto.

El Fagnano es un gran lago que compartimos con la república de Chile. (Foto: Mario Rodriguez).

Caminos difíciles, lagos y castores

Comenzamos la travesía offroad por caminos alternativos hasta adentrarnos en el bosque fueguino. Allí, la presencia de los castores se hace evidente. Durante la década del 40, se introdujeron desde Canadá, 20 parejas de estos roedores para impulsar la industria peletera. Con el tiempo se dan cuenta que el pelo no sirve y, sin depredadores, los animales se han transformado en una verdadera plaga que causa grandes daños al bosque nativo.

En la zona se pueden avistar, entre otras especies, a los carpinteros gigantes. (Foto: Mario Rodriguez).

“Somos cuatro. Si nos encajamos, ella maneja y los tres hombres pechamos”, avisa el piloto/guía, sin feministas a la vista que lo reten. Pero no es necesario, el camino, que por sectores nos sacude de lado a lado del vehículo, nos lleva directamente al lago Fagnano. Este impresionante espejo de agua  tiene 104 km de largo -13,5 km se encuentran en territorio chileno- y una profundidad máxima de 200 metros. Después de recorrer parte de su costa, reingresamos al bosque, donde iniciamos el trekking que nos llevará hasta el refugio frente al lago Escondido.

Después de la travesía en 4×4, un corto trekking nos lleva hasta el refugio frente al lago Escondido. (Foto: Mario Rodriguez).

Para reponer energías

Arden los chulengos y corre el buen vino patagónico. Se suman algunos extranjeros que llegaron en otra excursión y se mezclan los idiomas. Pulgar para arriba a la hora de evaluar la carne.

Después del asado, una pareja de zorros grises nos visita mientras el repetido toc-toc de los carpinteros gigantes le pone banda de sonido a un viaje inolvidable.

Ushuaia en verano, Tierra del Fuego. Argentina

Para viajar por Argentina está bueno empezar de abajo (del mapa) y Ushuaia ofrece además de lugares de ensueño, una gran variedad de actividades al aire libre para disfrutar del fin del mundo.

Aterrizar en el aeropuerto de Ushuaia no suele ser de las experiencias de viaje que podemos definir como “tranquilas”, los vientos cruzados suelen sacudir el avión pero, ante esta situación, la solución es asomarse a la ventanilla y observar, la vista hará olvidar de todo lo que ocurra alrededor.

Ushuaia es la única ciudad de Argentina que para llegar a ella, hay que cruzar la cordillera. Ocurre que la cadena montañosa corre miles de kilómetros paralela al océano Pacífico y en Tierra del Fuego cambia su curso desviándose hacia el Atlántico.

Durante la década del ’80, una ley de promoción Industrial hizo que llegara gente de todo el país a instalarse en la zona, por lo que Ushuaia tuvo un crecimiento rápido, aunque también desordenado, entre la cadena montañosa del Martial y el Beagle.

El faro Les Eclaireurs es el punto más lejano del paseo en catamarán por el Beagle. (Foto: Mario Rodriguez).

Habitante del canal

La costanera que bordea el centro de la ciudad es un buen lugar para tener el primer contacto con el fin del mundo, allí cohabitan el cartel corpóreo en donde tomarse fotos para certificar la visita, una gran variedad de aves que transformaron este territorio urbano en su hábitat natural y una de las clásicas postales turísticas de la ciudad: el remolcador Saint Christopher. Se trata de un barco que participó en el desembarco de Normandía, durante la Segunda Guerra Mundial y llegó a estas aguas en 1953 para tratar de reflotar el crucero Monte Cervantes, que había naufragado en 1930. La misión resultó un fracaso y, por los daños causados en su motor y timón durante las maniobras, encalló en el lugar en donde está hoy.

Lejos de las bombas, el viejo barco de guerra es un habitante más de la bahía y el cobijo para las distintas especies de aves que hacen sus nidos en su gastada estructura.

Navegación por el canal de Beagle

En la excursión por el Beagle, a bordo de un catamarán, se observa como el perfil de la ciudad con los imponentes montes Olivia y Cinco Hermanos a su espalda, se reflejan en las aguas heladas del canal.

Después de un corto recorrido, la embarcación llega a la Isla de los Pájaros en donde se pueden avistar cormoranes reales, gaviotas, ostreros, palomas antárticas e incluso cóndores, asentados en los peñascos más altos.

El circuito lleva luego hasta la Isla de los Lobos, con un importante asentamiento de lobos marinos de uno y dos pelos.

En la Isla de los Lobos puede verse gran parte de la fauna marítima de la zona. (Foto: Mario Rodriguez).

El punto más lejano del viaje es el faro Les Eclaireurs –al que no hay que confundir con el Faro del Fin del Mundo, que se encuentra en la Isla de los Estados–. Esta es “la postal” del lugar, no has visitado Ushuaia si no volvés con la selfie del faro detrás.

La isla Mary Ann, que forma parte del archipiélago de las islas Bridges, es última parada de esta excursión en donde, cuando el clima lo permite, se desembarca y se realiza un corto trekking.

Trekking a la Laguna Esmeralda

A 20 kilómetros de Ushuaia, en el Valle de Tierra Mayor, se encuentra la laguna Esmeralda, otro de los imperdibles de la zona que atrae a visitantes de todo el mundo.

Trekking a la laguna Esmeralda, Ushuaia
Para llegar a la Laguna Esmeralda hay que atravesar bosques, turbales y arroyos. (Foto: Mario Rodriguez)

El complejo Valle de Lobos es uno de los lugares desde donde se puede iniciar el trekking de baja dificultad que atraviesa bosques de lengas, turbales, castoreras y numerosos arroyos rodeados por montañas y picos nevados. Después de nueve kilómetros que pasan volando se accede a la laguna Esmeralda y sus aguas quietas que le hacen honor a su nombre.

La laguna Esmeralda se encuentra en el Valle de Tierra Mayor cerca de Ushuaia
La Laguna Esmeralda puede verse, recién en los últimos tramos del recorrido. (Foto: Mario Rodriguez)

Cruce de los Andes en 4×4 (y remos)

Para esta actividad que dura casi todo el día se recorren unos 60 kilómetros hacia el norte de la isla por la serpenteante Ruta Nacional 3, hasta el punto más alto del recorrido, a 450 msnm, y parada obligada: el Paso Garibaldi desde donde se observa el lago Fagnano y, si el clima lo permite, el Escondido (de ahí su nombre). Se inicia el descenso y los últimos kilómetros de asfalto entre aserraderos.

Vista del lago Fagnano y lago Escondido desde el Paso Garibaldi.
Desde el Paso Garibaldi pueden verse los lagos Fagnano y Escondido. (Foto: Leonard Zhukovsky/123RF)

Después de abandonar la ruta, comienza la adrenalina del 4×4 recorriendo “caminos” con barro y agua hasta desembocar en la costa del lago Fagnano. Luego se hace un corto trekking por el bosque hasta un refugio frente al Lago Escondido en donde se reponen energías con asado y un buen malbec. Finalmente, divididos en parejas, se abordan las canoas para navegar por el lago.

Crónica completa de la excursión CRUCE DE LOS ANDES EN 4X4

Otros recorridos recomendados

El Parque Nacional Tierra del Fuego, a 12 kilómetros de Ushuaia, es una reserva natural con 63.000 hectáreas que combina los entornos marinos de las costas del Canal de Beagle con los valles poblados de bosques, lagos, turberas y montañas, en donde habita una gran variedad de aves marinas además de una rica fauna autóctona.

El Trekking al glaciar Martial es una caminata de baja dificultad que puede hacerse en medio díahasta el famoso glaciar y el mirador de Ushuaia, con increíbles vistas de la ciudad y del canal de Beagle y sus numerosas islas.

Ushuaia para veranear

El día comienza a las 5 de la mañana y la puesta del sol es a las 22. Muchas horas para caminar, navegar y descubrir el fin del mundo.

Meia Praia, Itapema, Brasil. El sol se despierta y sube. La desierta playa cede arena a sombrillas, gacebos, reposeras, esterillas con culos, conservadoras y vendedores ambulantes. Es el momento de tomar sol, leer y relajarse. Las actividades deportivas están vedadas hasta las 19hs. La “fiscalizazao”, un cuerpo de élite y chaleco azul, recorre el lugar reprimiendo cada intento de pegarle a una pelota, sea cual fuere el tamaño de la misma, incluso el deporte extremo del tejo, está prohibido hasta bien entrada la tarde. Pero el sol se cansa y cae. El paisaje cambia. Y cambian los personajes.

Al atardecer, en las playas de Itapema, el fútbol es un ritual ineludible. (Foto: Mario Rodriguez).

No recuerdo bien cuando lo ví por primera vez. Con mi reposera semienterrada y a contraluz, su silueta me pareció la de un gigante esgrimiendo sus poderosas armas. Estaba parado en medio de la playa que empezaba a despejarse, y su larga sombra agregaba dramatismo a la imagen. Más extraño fue ver como, por algún poder hipnótico, los muchachos se acercaban a él como zombies. Me incorporé decididamente a buscar otra Skol y a averiguar que pasaba. Las poderosas armas eran en realidad, caños de PVC con sus respectivos codos, y el gigante armaba los arcos y los zombies se dividían para empezar el partido.

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