En muchos lugares de esta provincia basta con levantar la vista para observar a los cóndores planear en las alturas. El intenso azul del cielo riojano permite recortarlos en pequeñas manchitas negras que parecen flotar en el aire, pero para verlos de cerca hay que ir a la Quebrada de los Cóndores.
Salimos de la capital riojana hacia el sur (rutas 38, 29 y 30) y después de 150 kilómetros llegamos a Tama, localidad cabecera del departamento Ángel Vicente Peñalosa. Allí, como en otros controles ruteros y por esas cuestiones de este año tan particular, y no es una crítica, nos tomaron la temperatura y luego fuimos guiados hasta la salida del pueblo por un policía en moto, pulgar arriba y a seguir el viaje.

No parece, pero es
Dejamos atrás el asfalto y la señal del celu para hacer los últimos 30 kilómetros. Por un camino de ripio, que no es el mejor pero la combi lo recorre sin problemas, subimos por la Sierra de los Quinteros hasta los 1010 msnm. El paisaje cambia tanto que Gonzalo González, de la Secretaria de Turismo provincial, sentencia “esto no parece La Rioja”. Las montañas se “suavizan” y el verde gana terreno, incluso a los chivos, ovejas y burros, se le suman las vacas, mucho más exigentes con la alimentación.
Todo lo necesario
Nos alojamos en la Posta Quebrada del Cóndor que ofrece confortables habitaciones rústicas con gruesas paredes de piedra y techos bajos de chapa. A la hora de sacarse el barbijo para cenar: empanadas riojanas, cabrito al horno (chileno) con papas y de postre, dulce de cayote con queso. Las copas se llenaron y vaciaron repetidamente con torrontés helado. Guitarreada, cantores de los buenos, como Don Augusto Luna, y de los otros, y por último, baile.
La cabalgata
A la mañana siguiente, temprano, salimos de la posada para iniciar una de las mejores experiencias de viaje por la provincia de La Rioja, el camino a la Quebrada de los Cóndores. Los que hacían el recorrido a pie se adelantaron, el resto, nos juntamos para la distribución de los caballos. Luego de un breve tutorial sobre como mantenernos arriba del animal, iniciamos el trayecto que nos tomó unas dos horas.

Marchamos despacio en fila india por un sendero cuesta arriba que ofreció variedad y dificultad para todos los gustos, por momentos era angosto y apretado entre enormes rocas y de pronto se abría en una gran explanada verde. A mitad de camino, en un sector con muchas piedras y particularmente empinado debimos caminar llevando a los animales de las riendas. El tramo final de la cabalgata transcurrió sobre una zona llana en el que los más osados hicieron galopar a sus caballos que luego descansaron mientras hacíamos la caminata final hasta el mirador de los cóndores.

Los cóndores
El mirador está situado sobre una profunda quebrada a 1800 msnm, lo que nos permitió observar desde arriba algunos nidos (condoreras) en las salientes de las paredes verticales del acantilado. En la inmensidad del paisaje vimos varios cóndores que volaban muy lejos de nuestra ubicación. “Paciencia y silencio, que los cóndores van a venir” aconsejó uno de los guías. Pocos minutos más tarde una hembra curiosa pasó muy cerca del mirador, y luego otra, y otra, y se sumaron algunos juveniles y finalmente apareció un macho con su brillante collar blanco. Estuvimos un rato quietos, hipnotizados, observando la suavidad del vuelo de estos gigantes, hasta que llegó el frenético momento de las cámaras, los videos y las selfies.
Quizás acostumbrados a nuestros cambios, los cóndores siguieron allí observando a la gente del mirador.