Hace muy mucho tiempo, cuando los hombres y mujeres todavía no existían, la tierra, recién nacida, estaba poblada por animales. Tampoco las estaciones dividían el tiempo y, en un mismo día podía caer una abundante lluvia de primavera, hacer un calor agobiante propio del verano, un soplar un fuerte viento otoñal y bajar la temperatura hasta hacer tiritar de frío como en el invierno. Esta situación no le gustaba a los habitantes del lugar y siempre se quejaban.
-Cuando el frío llega de golpe, no nos da tiempo a conseguir comida decía el Piche (armadillo o peludo). -Y nosotros no podemos nadar tranquilos en la laguna, cada tanto, el agua se congela, protestaban fastidiados los Cisnes de cuello negro.
-Si supiera que se viene el calor, a mi nido lo haría a la sombra, bajo los árboles y no al rayo del sol, agregó el Chingolo. -Y yo me iría cerca del agua para refrescarme, comentó molesto el Guanaco.
Entonces, Elal, el creador y protector de todas las criaturas, reunió a los animales para ordenar las estaciones y pensó que sería buena idea que los habitantes de la Patagonia se pusieran de acuerdo entre ellos sobre el asunto.
Estaban todos reunidos y los jefes de cada especie discutían mientras sus compañeros escuchaban a el Ñandú, la Mara, el Zorro, los Pájaros, el Cisne, el Flamenco, la Tortuga, el Piche, la Cucaracha, el Puma y el Guanaco, entre otros. Como no se ponían de acuerdo y la discusión iba para largo, Elal intervino:
-¿Quién quiere invierno corto y quién quiere invierno largo?
-El invierno debe durar doce meses, ni uno más ni uno menos, dijo el Ñandú.
-¿No te parece mucho tiempo Ñandú, algunos animales podrían morir de hambre? Le preguntó Elal.
-Al que no le guste el invierno, que se vaya una temporada al norte, dijo el Ñandú con pocas ganas de ceder su posición.
Como el Ñandú cuando se enojaba era capaz de dar unos picotazos terribles, nadie lo contradijo y todos permanecieron en silencio. Sabiendo esto, Elal intervino nuevamente:
-Escuchen con atención, voy a dejarlos un rato para que lo discutan y, tomada la decisión, después no habrá cambios.
La liebre Mara, que había permanecido sentada y muy callada, como nadie decía nada, intervino gritando:
-Es mucho, las plantas no van a crecer ¿Qué vamos a comer? Nos moriremos de hambre, el invierno debe durar tres meses.
-El Ñandú, levantó una ceja convencido y dijo: -Doce meses.
-Imposible, es mucho tiempo y no vamos a encontrar comida, que dure tres meses, comenzó a gritar la Mara.
El resto de los animales no participaban y la discusión se centró en la Mara y el Ñandú. Que doce meses, que tres. Que doce, que tres. Y a medida que la liebre porfiaba, el emplumado se sentía desafiado y revolvía los ojos y pataleaba.
-¿Para qué quiere tres lunas usted? Preguntó a punto de perder la paciencia.
-Yo quiero tres porque con doce meses sé que no voy a comer nada.
Los otros animales también pensaban lo mismo, pero por miedo a Ñandú, se resignaban a un invierno eterno y a sufrir penurias y hambre.
La Mara, al ver que los demás no decían nada y que el ave no daría el ala a torcer, salió corriendo en busca de Elal. El Ñandú salió detrás de ella, tratando de darle pisotones y picotazos.
Elal al ver venir a los corredores, subiendo la voz, les preguntó:
-¿Cuántos meses de invierno quieren al final?
-Tres meses, gritó adelantándose la Mara, burlando al Ñandú, más preocupado en asestarle un picotazo.
-Así será, dijo Elal.
Al darse cuenta, el emplumado enfurecido, siguió la persecución de la liebre y cuando la Mara estaba por entrar a su cueva, el Ñandú en una última zancada alcanzó a pisar la cola de la liebre, esta tiró y tiró hasta que la cola se le cortó, pero logró guarecerse en su cueva asustada pero con los tres meses ganados.
Así, gracias al valor de la Mara, que perdió su cola, hoy tenemos tres meses de invierno.
Fuente: elal-patagonia.blogspot.com