Cuidado con el Llastay, se escuchaba seguido decir a los cazadores de guanacos. Es bormista y divertido, pero cuando algo no le gusta, hace que se enoje el cerro y la desgracia es segura.
Una mañana, muy temprano, Francisco salió a cazar guanacos. A poco de andar alcanzó a ver una tropa grande que pastaban tranquilos en lo alto de la montaña. “Hoy es nuestro día de suerte” le dijo al perrito que lo acompañaba señalando a los animales. Incluso divisó al Relincho, el guanaco jefe de la tropa, separado del grupo, siempre atento para alertar cualquier peligro con su relincho.
El cazador se escondió detrás de unas grandes piedras para emboscar a los animales cuando estos pasaran cerca. No tuvo que esperar mucho, su primer disparo dio en el blanco. Al instante el Relincho pegó un alarido de alarma y los demás guanacos que salieron disparados montaña arriba. Francisco siguió disparando y tres guanacos cayeron abatidos. El enojado Relincho galopó en dirección hacia el cruel cazador y también recibió un tiro, aunque la herida solo lo hizo renguear. El enorme guanaco pegó la vuelta y trepó el cerro hasta perderse de vista en la cima.
Francisco y su perro salieron en busca del animal herido y luego de varias horas encontraron, en un rincón encerrado entre las sierras, una casa grande hecha de piedra con la puerta oculta entre plantas espinosas. El perrito entró a la casa y desapareció, y a pesar de que Francisco lo llamara, el animal no volvía. Decidido, el cazador entró en la casa y se encontró con una oscura galería con muchas columnas y, atadas a ellas, muchos perros de todo tamaño y color, también su perro, que ladraba y forcejeaba para soltarse. De la penumbra apareció un viejo bajito de barba larga, con ojotas y vestido con ropa tejida con lada de guanaco, al verlo, el joven cazador se sobresaltó.
El viejo levantó la mano para calmarlo y le dijo: “no te asustes, no voy a hacerte daño. Soy el Llastay, hijo de la Pachamama, ella me envió a cuidar las tropas de guanacos y vicuñas y persigo a los despiadados, que cazan más de lo que necesitan, para castigarlos.
Por ser la primera vez que Francisco mataba a varios guanacos, el Llastay lo perdonó y lo dejó partir con su perro, pero con la advertencia de que si volvía a cazar más de lo necesario para alimentarse, no sería tan benévolo y recibiría un duro castigo. Luego, el viejito se dio la vuelta y caminó hacia la oscuridad, Francisco notó que rengueaba de una pierna y recordó al Relincho que había herido en la mañana y pensó “seguro que era Llastay”.
Desde ese día, el joven solo caza guanacos por necesidad y, por las dudas, les contó la historia a todos sus amigos que también cazan en los cerros.
Fuente: www.librosycasas.cultura.gob.ar
Llastay, Yastay o Coquena, es una divinidad protectora de las vicuñas y guanacos presente en el norte de Argentina. Premia a los buenos pastores y castiga a los cazadores inescrupulosos que cazan con armas de fuego. A él se le debe pedir permiso y dejar ofrendas antes de cazar.