La capital japonesa es una de las ciudades más grandes del mundo. Vértigo y filosofía zen conviven en un mundo donde rigen otros códigos y otras tradiciones: por dónde empezar para no perderse y disfrutar de esta maravilla urbana.
Por Graciela Cutuli
¿Cómo se hace para desembarcar en una ciudad que supera los nueve millones de habitantes, tiene una de las redes de subte más intrincadas del mundo y donde nadie habla inglés, sin morir en el intento? Simplemente hay que elegir Tokio. A la hora de programar un viaje hay que saber que lo mejor es elegir un alojamiento cercano a cualquiera de las estaciones de la línea Yamanote: este tren urbano tiene un recorrido circular y hace imposible perderse. Además, si se planea seguir viaje por Japón y se ha comprado un pase de tren (la mejor opción), la Yamanote está incluida.
Guiándose por sus estaciones se puede fácilmente llegar a los principales puntos de la ciudad. Y aunque es cierto que rara vez uno se topa con gente que hable inglés fluidamente, en los lugares clave (aeropuertos, grandes estaciones de tren) siempre hay alguien que puede entenderse con los extranjeros. Si no lo hay, la gentileza japonesa suplirá cualquier inconveniente (eso sí, como está mal visto decir que no en forma directa, si no saben la respuesta de algo tal vez no lo digan y salgan del paso afirmando por ejemplo que “van a pensarlo”… sin llegar nunca a una conclusión).

El cruce mundial
Tokio no tiene un centro, un “Times Square” a la neoyorquina, sino por lo menos veinte. Pero de todos ellos el más famoso es Shibuya, donde se dice que está el cruce de calles más transitado del mundo. Hay que subir -como hacen todos los turistas- al primer piso del Starbucks que está justo enfrente y apreciar la marea humana que, en perfecto orden, cruza en todas direcciones los varios pasos de cebra. A 50 metros se encuentra la salida de la estación Shibuya y la estatua del famosísimo perro Hachiko, que se convirtió en símbolo de la fidelidad -siempre esperaba aquí a su dueño- y hasta inspiró películas. Después se puede ir de paseo por los karaokes, los restaurantes de todo tipo, el Uniqlo de varios pisos y los rascacielos como el famoso Shibuya 109, un gran centro comercial.

Siempre en la Yamanote, la siguiente estación es Harajuku, que desemboca en la célebre Takeshita Street, un pasaje de varias cuadras repleto de tiendas donde asoman todos los iconos del animé. No muy lejos, los domingos al mediodía los adolescentes se juntan con sus trajes de cosplay y contrastan con la elegancia de la avenida Omotesando, que nace aquí y se considera una suerte de “Champs-Elysées” a la japonesa. Y hablando de lujos, en el paseo por la ciudad no hay que olvidar a Ginza, el barrio más exclusivo, donde están las tiendas insignia de las grandes marcas mundiales y las sedes de gigantes japoneses como Sony. En un par de estaciones más se habrá llegado a Shinjuku, por donde pasan todos los días unos tres millones de personas. Aquí se levanta el edificio del municipio de Tokio (se puede subir al mirador para apreciar la ciudad, y lo mismo se puede hacer en otros lugares, especialmente la Tokyo Tower en Roppongi y la Tokyo Skytree, que con 634 metros es la estructura artificial más alta de Japón).

Animé y templos
Muchos tienen, como imagen de Tokio, la del barrio de Akihabara, el antiguo “distrito eléctrico” de la ciudad que pasó sin transición a ser la meca de la tecnología, el manga y el animé. Aquí se pueden encontrar los famosos maid-café atendidos por jovencitas vestidas como estudiantes y muchas otras rarezas de esas que solo se consiguen en Japón y despiertan la curiosidad occidental. Desde aquí no se estará lejos (aunque dadas las dimensiones de la ciudad la “cercanía” siempre debe ser relativizada y se refiere sobre todo a la proximidad en estaciones de metro o tren) de la estación de Tokio: de aquí parten los shinkansen o trenes bala a otros puntos de Japón, pero el edificio merece una visita en sí mismo, porque es casi una ciudad en miniatura. A pie desde la estación de Tokio se alcanza el Palacio Imperial y sus hermosos parques, para practicar hanami (ver las flores de cerezo) en primavera o disfrutar el colorido otoñal.

Finalmente, otra de las grandes estaciones de la Yamanote es Ueno, desde donde se puede recorrer el tradicional barrio de Asakusa, con su famoso templo Senso-ji, el epicentro del Japón tradicional, donde las mujeres se pasean en kimono, se pueden probar las comidas tradicionales y descubrir las costumbres budistas que aún imperan en los códigos de la sociedad japonesa. Una joya oriental.