La villa, fundada en 1989, es uno de los destinos más jóvenes y con mayor crecimiento de Neuquén. Montañas, volcanes, lagos, bosques y estepa, excelente gastronomía son solo algunos de sus atractivos.
Del aeropuerto de Neuquén hasta Villa Pehuenia hay 300 kilómetros. En los 200 iniciales el paisaje ofrece la típica la estepa patagónica, no digo que dan ganas de volverse, pero… En Primeros Pinos, a unos 80 kilómetros de la villa, comienza el dominio de las araucarias. Se le suman las montañas y valles con sus ríos y ya, no dan ganas de volverse. Me instalo y a través de los ventanales de mi habitación, el intenso azul del lago Aluminé me da la bienvenida.
Inactivo, solo el volcán
A solo 8 kilómetros de Villa Pehuenia, en el límite con Chile, el volcán Batea Mahuida es sin dudas su principal atractivo turístico. Para acceder a su techo, a casi 2.000 metros de altura, hay varias opciones: trekking, mountain bike o 4×4. Ya habrá tiempo para la actividad física pensé mientras abordaba la Defender. La cumbre ofrece una panorámica de 360 grados desde donde apreciar la transición de la estepa con el bosque andino. Además de Villa Pehuenia y Moquehue, se pueden ver algunos volcanes chilenos y argentinos, y lagos y lagunas de ambos países. En el centro del cráter existe una laguna que se caracteriza por sus colores verdes y turquesas. Durante el invierno esta zona se convierte en un centro de esquí administrado por la comunidad mapuche Puel.

Al agua en Pehuenia
Desde el Golfo Azul parten las embarcaciones para navegar el Aluminé. Charlie, el locuaz capitán que huyó de la “locura” porteña, nos lleva a conocer la península de Villa Pehuenia y algunas de las islas del lago. Con 53 kilómetros cuadrados y 240 metros de profundidad máxima, el espejo esconde hermosas playas, muchas de ellas accesibles solo por agua. El agua varía sus colores de azules intensos, a verdosos y turquesas. Durante el verano la temperatura del agua alcanza los 20 grados, óptimos para bañistas. El capitán/guía, luego de explicaciones, historias y chistes, a manera de despedida se pone serio: “El lago es el patio de nuestra casa y, como tal, lo cuidamos”. Mediodía, dicen que el agua despierta el apetito, raviolones de ciervo con filetto.

Excursión al límite
Nuevamente en vehículo doble tracción nos dirigimos a Paso del Arco, antiguo paso fronterizo a Chile, hoy no habilitado. Durante el recorrido, visitamos las ruinas de la antigua aduana, cruzamos un hito fronterizo con Chile y llegamos a Laguna Norte, un cráter secundario del Batea Mahuida. Nos internamos en plena estepa y Facu, conductor y guía, con solo mover el volante bromea “estamos en Chile, ahora en Argentina…”. Mientras vadeamos un arroyo, una caravana de motos enduro nos sobrepasa. Son chilenos o argentinos? Están en Argentina o en Chile? Difícil saberlo pero, a juzgar por los alaridos que emiten al trepar las dunas, poco les importa. El paisaje cambia y se llena de pehuenes -nombre aborigen de las araucarias- que esconden lagunas como la Piñihue y Corazón. Hay picada patagónica, jabalí, ciervo y vino de la zona, entre otras delicias.

Pehuenia a pedal
Fernando es un santafecino con dos pasiones: Villa Pehuenia y las mountain bike. Me ofrece un curso acelerado y me cede la bici importada. Casco, guantes, botellitas de agua y dos disparos de Ventolín antes de arrancar. Durante el primer tramo recorremos la ruta de acceso a la villa para internarnos luego, por un camino paralelo. Se suceden las subidas, las bajadas y el cruce, bicicleta al hombro, de un arroyo, hasta ingresar a tierra mapuche. El guía, con aire para pedalear y hablar, inicia la clase de botánica: “¿Viste esos lugares de árboles grandes y césped verde, ideales para un picnic? Eso es un bosque enfermo. El sano tiene leña seca, hojarasca, arbustos y árboles de distintas alturas”, explica. Araucarias, ñires, cohiues, lengas y radales se suman al entorno en donde dejamos las bicis para iniciar una corta caminata hasta llegar al lago Moquehue para disfrutar del atardecer. Mates, alfajores con harina de piñón, charla y retorno.

Volver cargado
Antes de instalarse en la zona, al “capitán” Charlie, un lugareño le dijo: “acá está todo por hacer” y lo convenció de mudarse. Confluyen en Villa Pehuenia gente de todo el país, en busca de seguridad, tranquilidad y naturaleza. Regreso con una pequeña dosis de cada una.
